Washington.- Días después de que su último contingente de soldados en Irak saliera del país, Washington ultima los detalles de una venta de alrededor de 11,000 millones de dólares en armas y entrenamiento a los militares del país árabe.
Según informó hoy el diario «The New York Times» en su edición digital, el Pentágono ha decidido proceder con la transacción pese a las preocupaciones de que el primer ministro iraquí, Nuri Al Maliki, está tratando de crear un estado dominado por un único partido chií, y abandonar el sistema de Gobierno de la alianza actual.
La ayuda militar, de la que se ha entregado ya una parte, incluye aviones de combate F-16 y tanques de batalla M1A1, y pretende ayudar al Gobierno iraquí a proteger sus fronteras y devolver a su Ejército al nivel anterior a la guerra del Golfo de 1991, cuando era uno de los mayores del mundo, señala el diario.
«El propósito de este programa es asistir la capacidad de los iraquíes para defender su soberanía contra amenazas extranjeras a su seguridad», dijo al rotativo el portavoz del Pentágono, John Kirby.
Coordinada a través de la embajada estadounidense en Bagdad, la venta incluye además chalecos antibalas, cascos, cargadores de munición y vehículos, que los críticos de la decisión advierten que pueden ser usados por los servicios de seguridad del régimen para ayudar a Al Maliki a consolidar su poder.
Irak vive una crisis política a raíz de la orden de detención dictada contra el exvicepresidente del país Tareq Al Hashemi, del bloque político Al Iraquiya, una coalición laica formada tanto por chiíes como por suníes que tiene ocho ministros en el Ejecutivo.
Washington teme que la orden de arresto forme parte de una estrategia del partido de Al Maliki, Estado de Derecho, para excluir a la minoría suní del Ejecutivo, y se inquieta ante la posibilidad de que Bagdad se alíe finalmente con la teocracia chií que gobierna Teherán.
Varios políticos y expertos iraquíes expresaron al diario su temor de que la venta beneficie a un cuerpo militar iraquí que está más interesado en marginalizar a los suníes que en proteger la soberanía del país, que eleva en sus tanques la bandera chií y no la nacional.
«Es muy arriesgado armar a un Ejército sectario. Con todos los sacrificios que hemos hecho, el presupuesto que vamos a gastar y el apoyo de Estados Unidos, todo eso va a resultar en un Ejército de milicias», aseguró el ministro de Finanzas del país, el suní Rafe al-Essawi.
No obstante, el Gobierno de Barack Obama mantiene que la venta está basada en condiciones que exigen la entrada de inspectores estadounidenses que vigilarán cómo se usan las armas.
«Washington tiene aún una capacidad de maniobra considerable en Irak: puede congelar o retirar sus paquetes de asistencia, emitir serias alertas de viaje que afectarán directamente la inversión directa en el país, y modificar sus relaciones diplomáticas o sus acuerdos de comercio», opinó Matthew Sherman, un exfuncionario del Departamento de Estado que pasó tres años en Irak.
Esta decisión busca fortalecer los lazos entre ambas naciones, en el marco de una política exterior que favorece la integración regional
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