Cagayan de Oro, Filipinas.- Las autoridades de Cagayan de Oro, en el sur de Filipinas, prepararon hoy fosas comunes para cientos de muertos amontonados en tanatorios y dependencias oficiales de esta ciudad sacudida por una devastadora tormenta tropical.
«Es imposible enterrar a los muertos uno por uno. Nos está costando mucho identificarlos. Estamos construyendo un depósito común para enterrarlos mañana, que se cumple el plazo legal de cuatro días», afirmó a Efe Vicente Emano, alcalde de Cagayan de Oro.
Hasta ese momento, el ayuntamiento tenía contabilizados unos 200 cadáveres encontrados en diferentes lugares de la ciudad y que no habían sido reclamados.
Según la Cruz Roja filipina son ya 652 las vidas que se cobró la tormenta tropical «Washi» a su paso por el norte de la isla de Mindanao, un número que aumenta a medida que prosigue la búsqueda de las cerca de 800 personas desaparecidas, muchas de ellas tras ser arrastradas río abajo en la madrugada del sábado mientras dormían.
Los vecinos de la aldea próxima de Jasaan avisaron hoy a las autoridades del hallazgo de 45 cadáveres flotando en el río Cagayan.
En el modesto barrio de Consolacion, uno de los más afectados por estar situado cera de una las orillas del río Cagayan, un grupo de lugareños rebuscaba víctimas entre las montañas de escombros de las casas que habitaron hasta que se produjo el desastre.
«Nos llega un hedor muy fuerte de ahí debajo y creemos que hay un muerto», dijo Rhabin, conductor de ciclotaxi de 39 años, mientras retiraba con su manos desnudas maderas y láminas de fibra de vidrio dobladas como si fueran acordeones.
Ante la puerta del pequeño ayuntamiento del barrio, a la vista de todo el mundo, se descomponía el cadáver de una niña de unos ocho años a quien nadie del vecindario había echado en falta, al parecer, porque su familiares están entre las víctimas mortales.
«Las funerarias ya no aceptan más cuerpos y la tenemos aquí de momento, hasta que pueda ser enterrada. Puede que toda su familia haya muerto y que su cuerpo haya sido arrastrado por la riada hasta aquí», aseguró Cesar Pagapolaan, capitán del barrio.
En los tanatorios de las ciudades afectadas, empleados, voluntarios y médicos forenses trabajan a destajo para amortajar y tomar muestras de los cientos de cadáveres sin identificar.
Los trabajadores envuelven a los difuntos con plásticos y cinta aislante y los meten en los ataúdes hechos a toda prisa por los carpinteros, ya que las existencias se han agotado en toda la zona.
El forense Jesus Vinlan se abre paso entre una veintena de cadáveres que yacen en una de las salas de la funeraria Embollosos, donde la nube de polvos desodorantes que flota y las mascarillas sanitarias de poco sirven para protegerse del penetrante hedor que se extiende hasta las viviendas aledañas.
Los cadáveres, identificados sólo por placas numéricas colocadas sobre el pecho, con los rostros ennegrecidos por haber permanecidos sumergidos durante horas, descansan sobre un lecho de lodo y sangre en unas condiciones insalubres.
Al igual que las casas de gran parte de la ciudad, que desde el pasado sábado carecen de suministro de agua, las funerarias también dependen del abastecimiento que realizan los camiones cisterna contratados por las autoridades locales.
Los cerca de 50.000 habitantes del barrio de la Consolación han recibido desde el pasado sábado 9.000 litros, unos 180 centilitros por persona y la que recibe el hospital municipal apenas cubre las necesidades del medio millar de enfermos y heridos que se apretujan en las salas de espera y de los pasillos.
«Por el momento no estamos colapsados, pero la falta de agua es el principal problema. Hemos suspendido todas las operaciones quirúrgicas que no sean absolutamente necesarias porque no las condiciones higiénicas son deficientes «, apuntó el doctor Ramon Moreno, director médico del centro.
La mayor parte de los pacientes son atendidos por fracturas y golpes sufridos durante la riada, pero los médicos temen que en la próxima semana afloren infecciones por la falta de higiene.
Cientos de voluntarios han iniciado una vacunación masiva de tétanos y comenzado a distribuir antisépticos y antibióticos.
«Los estoy pagando de mi bolsillo», dijo Sheena Cobillas, una enfermera de 22 años.
Las medicinas, la ropa y la comida escasean en los 47 centros de acogida en que se han refugiado 44.976 de los 142.961 damnificados, según el Consejo Nacional de Prevención y Respuesta de Desastres.
Entre la tarde del viernes y la madrugada del sábado, «Washi» descargó en Mindanao más cantidad de agua que todo la recogida en la región durante un mes de la estación lluviosa.
Los expertos de las agencias internacionales identifican el chabolismo como el principal factor del gran número de víctimas que causan en el país los desastres naturales y que evidencian el mal estado de las infraestructuras.
La incontrolada deforestación también favorece las riadas y avalanchas de tierra que son frecuentes durante la estación lluviosa que por lo general comienza en mayo y concluye en noviembre.
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