Ciudad del Vaticano.- Los casos de abusos sexuales a menores han costado ya a la Iglesia católica a nivel internacional más de 2,000 millones de dólares, informaron este miercoles los estadounidenses Michael Bemi y Patricia Neal en el simposio organizado por el Vaticano para afrontar los escándalos de clérigos pederastas.
Michael Bemi, del National Catholic Risk Retention Group, de Vermont, y Patricia Neal, directora del programa de protección de niños VIRTUS, manifestaron en la tercera jornada del simposio, que se celebra en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, que esos casos han tenido «profundas consecuencias negativas» para la Iglesia católica, «cuyo corazón han perforado».
Los dos expertos precisaron que no hay valoración que pueda hacerse a las miles de víctimas, niños y adultos vulnerables, cuyas vidas cambiaron para siempre; que no se puede poner un precio a las que se quitaron la vida por la desesperación y que simplemente han analizado los daños causados a la Iglesia por estos escándalos, que nunca se sabrán al cien por cien.
Ese dinero se pagó en los acuerdos a los que se llegó en las demandas puestas por las víctimas a las diócesis, en juicios, asesoramientos legales, terapias para las víctimas y seguimiento de los agresores, entre otras.
Sobre las personas que sufrieron abusos, Bemi y Neal señalaron que todavía no existe un estudio a nivel mundial, pero que sólo en EEUU se estima que fueron unas 100.000, a las que hay que sumar los cientos de víctimas de los casos denunciados en Irlanda, Alemania, Australia, Austria, Bélgica, Brasil, Canadá, Chile, India, Holanda, Filipinas y Suiza, entre otros países.
Indicaron que los escándalos sexuales, además de destruir a miles de personas y costar una cantidad de dinero que podía haberse destinado a la construcción de hospitales, escuelas, seminarios o iglesias, causaron enfermedades y trastornos psíquicos, emocionales y sexuales a las víctimas, así como traumas familiares.
Y, además, propiciaron que se sospechara de todos los curas y han distanciado a los laicos de la Iglesia.
Los dos expertos aseguraron que había que disipar cualquier equívoco y reconocer que los escándalos no fueron exagerados por los «medios de comunicación ateos» y que los delitos sexuales no tienen nada que ver con la orientación sexual, «ya que la realidad es que ni la homosexualidad ni la heterosexualidad son un factor de riesgo, sino que ese factor es la orientación sexual desordenada o confusa».
Hoy intervino también el fiscal del Vaticano, Charles Scicluna, quien dijo que es erróneo e injusto aplicar la «ley del silencio» ante los casos de pederastia y afirmó que la Iglesia tiene la obligación de cooperar con las autoridades civiles.
«Es esencial esa cooperación. El abuso sexual a menores no es sólo un delito canónico, se trata también de un delito perseguido por el Derecho Civil», destacó Scicluna.
El prelado señaló que reconocer y admitir la verdad completa, «con todas sus dolorosas repercusiones y consecuencias», es el punto de partida para una curación auténtica, tanto de la víctima como del autor de los abusos.
Scicluna manifestó que las víctimas tienen que ser escuchadas con atención y ser tratadas con dignidad cuando se embarcan en el «agotador» viaje de la recuperación y la curación y que, por ello, es necesaria la ayuda de expertos.
El fiscal destacó la importancia que tiene que el abusador reconozca su pecado, su delito y su responsabilidad por los daños causados a las víctimas, a la Iglesia y a la sociedad.
También subrayó la importancia de que los obispos esclarezcan la verdad de lo ocurrido en el pasado.
Y ello es necesario -agregó- «para evitar que se repitan, para garantizar que se respeten plenamente los principios de la justicia y, sobre todo, para curar a las víctimas y a todos los afectados por esos crímenes abominables».
El fiscal se refirió a las medidas adoptadas por Benedicto XVI en 2010 contra la pederastia, entre ellas la ampliación de 10 a 20 años del tiempo para denunciar los abusos y la introducción del delito de adquisición, posesión y difusión de pornografía infantil por parte de los clérigos.
Scicluna resaltó que en el sacerdocio y en la vida religiosa no hay lugar para quienes dañan a los jóvenes y aseguró que ninguna estrategia de prevención de los abusos por parte de la Iglesia funcionará si carece de credibilidad.
Al simposio asisten 110 representantes de conferencias episcopales y 30 superiores religiosos, que participaron en una vigilia penitencial en la que el cardenal Marc Oullet, prefecto de la Congregación para los Obispos, pidió perdón a Dios y a las víctimas por los abusos sexuales cometidos por clérigos, que, dijo, son «fuentes de vergüenza y un escándalo enorme».
Fuente: ABC.es
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