Por Miguel A. Matos
República Dominicana desde que proclamó su independencia nacional el 27 de Febrero de 1844, ha sido una nación desgobernada por caudillos, caciques, dictadores y gobernantes que supeditan sus propios intereses a los del pueblo.
Desde esa fecha hasta acá, las cosas no han cambiado mucho. La mayoría de los gobernantes, con muy pocas excepciones, ha tenido muy cuestionable escolaridad, y ¿qué puede esperar el país de personas así? En esos 168 años de vida republicana, se han registrado muchos casos que serían prolijos enumerar.
Hay un principio de política fundamental, y es que el que no maneja bien su casa, mucho menos lo hará con un país, que es la casa grande de todos.
Aquí el que forma un partido o un movimiento, ya se considera un político, lo que es erróneo. Y ese tipo de “político” es el que ha gobernado y pretende seguir gobernando este país. Algunos creen que por participar en un cursillo o leerse unos cuantos libritos sobre política, eso lo acredita como tal.
El que quiere terciar en la política tiene que tener vocación, prepararse, y conocer lo que es gobernar y administrar bien un país. Eso se logra con muchos estudios, tener sensibilidad social, amar a su pueblo y su gente. El gobernante tiene que rodearse de personas sabias que puedan asesorarlo bien, no de “politiqueros quemados”, como se estila ahora.
No todos los que se seleccionan para formar parte de un gabinete están preparados para ello. Casi siempre, la mayoría se escoge por compromiso, y éstos ignoran la naturaleza del cargo a desempeñar, y desconocen lo que implica gobernar o administrar bien las cosas públicas. Ha sido una constante que la mayoría de los miembros de un gabinete no sintoniza con acciones políticas de su gobernante, creando malestar en toda la población.
Los Jefes del Estado al escoger a sus acompañantes deben buscar lo mejor, que sean personas preparadas, honestas y coherentes, que les duela el país, que sepan manejar las cosas públicas, y con verdadera vocación de servicio, no “come cheques”. Soñamos con un gobierno de unidad nacional, donde todos los partidos aporten sus mejores hombres, pero hasta el momento esto ha sido un imposible.
En una ocasión alguien dijo que un gobernante electo puede tener las mejores intenciones para su pueblo, pero que cuando llega a Palacio se le mete el “fucú de Trujillo”, y sin percatarse, con el tiempo, se convierte en “un no se que”.
El país necesita hombres y mujeres que los gobierne bien, no que los desgobierne. Mucho ojo con esos “políticos improvisados”, que ya todos conocemos.
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