El pontífice hizo estas declaraciones ante varios miles de personas que asistieron en la basílica romana de San Juan de Letrán, la catedral de Roma, a la misa solemne que ofició con motivo del Corpus Christi y a la posterior procesión por las calles del centro de la Ciudad Eterna.

«Si una madre y un padre, en nombre de una fe desacralizada, privasen a sus hijos de los ritos religiosos, en realidad les estarían dejando vía libre a otros sucedáneos presentes en la sociedad de consumo, a otros ritos y otros símbolos, que muy fácilmente podrían convertirse en ídolos», señaló.

El pontífice reflexionó además sobre el sentido de la Eucaristía para los creyentes, y animó a los fieles a que vivan este ritual más allá de su celebración.

Para el papa, la tendencia a limitar la Eucaristía al «momento de celebración» se debe a una «interpretación unilateral del Concilio Vaticano II», que, si bien contribuyó a elevar a la cúspide este rito no tiene por qué conducir a restar importancia a los otros momentos que viven los creyentes, reflexionó Benedicto XVI.

«Concentrando toda la relación con Jesús en el único momento de la Santa Misa, nos arriesgamos a vaciar de su presencia el resto de los tiempos y de los espacios existenciales», refirió el pontífice.

Y propuso vivir la fe en todo momento y circunstancia, más allá de las celebraciones religiosas, que estarán siempre vigentes por su propia naturaleza en la vida de los fieles.

«Es cierto que el centro del culto en nuestros días no está más en los ritos o en los sacrificios antiguos, sino en Cristo mismo, en su persona, en su vida y en su misterio pascual», dijo el papa.

Y recalcó el sentido de la comunidad que se crea alrededor momento eucarístico: «En el momento de la adoración, estamos todos en el mismo plano, de rodillas ante el sacramento del amor», destacó.

La festividad del Corpus Christi fue instituida por el papa Urbano IV en 1264, debido al llamado «milagro de Bolsena».

En 1263 un sacerdote bohemio, Pedro de Praga, se dirigía hacia Roma cuando se detuvo en la cercana localidad de Bolsena para oficiar misa. El cura dudaba de la presencia real de Cristo en la Eucaristía y pidió a Dios una «señal».

De manera imprevista, según la tradición católica, algunas gotas de sangre salieron de la hostia consagrada, cayendo sobre el corporal (el lienzo que se extiende en el altar, encima del ara, para poner sobre él la hostia y el cáliz). La tela se guarda en la catedral de Orvieto (centro de Italia).