Haivanjoe Ng Cortiñas

Parecería que hace más tiempo desde que se celebraron las elecciones presidenciales del pasado 20 de mayo, pero no ha sido así, apenas han transcurrido menos de tres semanas.

La razón de ese parecería está asociada a lo intensas que han resultado las tres semanas transcurridas y a lo atípico de las mismas.

Por un lado el hasta hoy no reconocimiento formal del candidato perdedor, Hipólito Mejía, en cuanto a que Danilo Medina ganó las elecciones presidenciales, es una conducta tan atípica como la misma personalidad del perdedor; más si tomamos en consideración la generosidad de Danilo cuando reconoció el triunfo de Mejía en el año  2000, aún y cuando este no alcanzó el 50% más un voto.

Del otro lado, el tiempo ha resultado relativamente largo, pues la intensidad de la lucha interna en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) ha sido tal, que no ha dejado espacio, ni a ellos, ni a l opinión pública, para evaluar el pasado proceso electoral, a no  ser que esté contaminado por los dos elementos señalados, el no reconocimiento y la lucha interna.

Pero pasado ya estas tres semanas, lo cierto es que la derrota de Hipólito Mejía pudiera ser evaluada desde la perspectiva de sus desaciertos, o por los aciertos de Danilo.

Por el título del artículo sólo me referiré a sus desaciertos más notorios. El primero de ellos ocurrido en el último trimestre del 2011, cuando en un encuentro con productores de arroz, el candidato del PRD le hizo un llamado para que dejaran de pagar al Banco Agrícola sus deudas, propuesta que fue ampliamente criticada por diferentes sectores de la vida nacional, tanto públicos como privados.  Este hecho se constituyó en el primer revés en su carrera por la presidencia de la república.

El segundo se puede situar cuando a principio de año llamó a los acreedores del Estado a cobrarle al gobierno de inmediato, pues él no pagaría la deuda vieja y la nueva la dejaría poner vieja.

Esa declaración tuvo un impacto no sólo a nivel local; sino también a nivel internacional, especialmente en los agentes económicos y firmas de asesores de inversión, aumentando con ello el clima de incertidumbre que ya se estaba incubando en ellos.

En la misma línea de errores, Mejía luego emitió juicios desacertados y discriminatorios contra las trabajadoras domésticas, teniendo esto un efecto negativo no sólo en ellas, sino también en la mujer y en los hombres que se solidarizaron.

De igual forma la valoración que tuvo Mejía de los actuales jueces de la Suprema Corte de Justicia, al llamarlo “pelafustanes y sinvergüenzas”.  Este juicio derivó una rápida reacción en aquellos sectores que velan por la institucionalidad del país, misma que la vieron como una amenaza al orden institucional.

Naturalmente, esos errores eran previsibles, especialmente por el dilema planteado en su estrategia, la de permanecer en silencio como aconteció en una buena parte de su campaña, o hablarle al electorado.

La decisión de dejarlo hablar parcialmente,  ante el imperativo de la cercanía del 20 de mayo, y a que los electores de alguna manera esperaban escuchar sus planteamientos, se produce el desenlace del dilema, con unos resultados adversos, quedando en consecuencia atrapado en su propia estrategia.

Estos errores, entre otros, contribuyeron para que los electores se dieran cuenta que el candidato del  PRD no les convenía y por eso al final de la campaña, ninguna empresa encuestadora de prestigio lo daba como ganador, como en efecto ocurrió.

Por esos errores de alguna manera debemos darle las gracias a Hipólito Mejia, pues de no haber ocurrido los errores indicados,  hoy día el período de transición no estuviera matizado por la tranquilidad que sienten los distintos sectores económicos y muy probablemente los indicadores como el tipo de cambio, la tasa de interés, las expectativas inflacionarias, más el clima de confianza hubieran comenzado a dar señales de cambios negativos que al final iban a ser de la transición presidencial una de las mas traumáticas de nuestra historia contemporánea.El autor es economista.