Por Manuel Hernández Villeta
Por Manuel Hernández Villeta
Un braguetero alegre puede ser símbolo de una exportación deplorable de lo dominicano, pero es parte de una historia, de una forma de vida y sobre todo, diario de normas sociales que no han sido erradicadas, sino transformadas.
Un chulo de alta sociedad no puede ser el ejemplo de dominicanidad, pero tampoco su nombre puede avergonzar a los dominicanos. Fué producto de un regimen dictatorial, de donde muchos se lucraron y lograron aumentar o consolidar sus fortunas, aún hoy vigentes.
Porfirio Rubirosa, de cabaretero a busca-viejas de alta sociedad, es un símbolo desgraciado de una época socio-política, de una desigual distribuición del poder económico, político y social, que todavía está vigente.
Vivimos en una República Dominicana donde en la misma calle hay la mayor de las pobrezas, unidas a un capital en aumento, que no tiene cortes sociales, y que no se preocupa del don colectivo.
Rubiroso, vendedor de caricias y de amores falsos, más que un personaje de folletines, es una etapa de la vida nacional, que va unida a la dictadura, a la ausencia de libertades, a los anhelos de dar saltos sociales y sobre todo, de que mientras la miseria golpeaba a los dominicanos hace sesenta años, este faldero se enseñoreaba por las grandes capas sociales, el jetset internacional, dando un salto social casi imposible.
Creo que es un mal ejemplo levantar la bandera de Rubirosa, un tomator de pega palo cuando no había briaga, porque es todo lo contrario a las ansias y el deseo de superación de los dominicanos. Es la imagen más negativa que se puede encontrar en nuestra historia. Pero aún así, es agente de esa historia.
Es el chulón que se levanta a Barbara Hutton, (La pobre niña rica) que en plena depresión norteamericana llegó a tener 150 millones de dólares, para ser considerada la mujer más rica del mundo, mientras en las calles los hombres se suicidaban al encontrar los caminos cerrados para mantener a sus familias.
Cuando vemos el ejemplo de parias sociales como Rubirosa, lo único que podemos es pasar revista a las desgracias nacionales, donde las riquezas siempre han estado en pocas manos, y producen estos bichos sociales, en medio y representación de la inmundicia generacional.
Se puede considerar una veguenza nacional que se mencione a un zipper alegre, pero también tiene que haber capacidad de sonrojo en la cara de un empresariado indolente, que ayer como hoy, acorrala en la miseria a miles de jóvenes dejándole por camino para sobrevivir, la prostitución, la delincuencia o ser cancerberos de fortunas ajenas.
La única forma de poder eliminar los ejemplos negativos como Rubirosa, héroe sin batalla de la muchachada barrial que fuma marihuana y llena las discotecas nocturnas, es mejorando las condiciones de vida de los dominicanos más necesitados y aplicando amplias reformas sociales.
El hambre, la miseria, la desesperación social, seguirá emplumando a otros chulos que buscarán encarnarse en la sociedad, como única forma de dar un salto, donde no es posible por el estudio, por la capacidad, o por el trabajo y por la honradez.
Para borrar a Porfirio Rubirosa de nuestros fantasmas históricos, hay que acabar con la miseria asficiante que producen estos engendros sociales. Sino, seguirán viviendo por siempre