La Z-101 es sin dudas, la emisora más importante y trascendente del país. Es un fenómeno de masas. Ninguna estación de radio había alcanzado, jamás, tanta influencia en la sociedad en los últimos 20 años. Nada que se diga en La Zeta, pasa desapercibido, tanto en El Gobierno de la Mañana, su buque insignia, como en los demás espacios que forman la programación.
La Zeta es el medio más interactivo y plural del país, donde pueden expresarse con cierta libertad lo que no tienen voz, que constituyen la mayoría; es decir, los pobres, carne de cañón, sin educación ni salud, sin techo ni pan, sin empleo ni seguridad social. Ellos, los muertos de hambre, los que masivamente van a las urnas para legitimar un sistema que los margina y luego los mata, pueden hablar en la Zeta con el Pueblo.
Decenas de hombres y mujeres, de todas las edades, acuden todos los días a la Zeta tratando de ser escuchados por las autoridades. Las denuncias son tan variadas y tan grandes como su pobreza. En sus barrios y campos carecen de lo indispensable para vivir decentemente. Esa gente es la mejor demostración de un Estado fallido. El Estado no les garantiza empleo digno, vivienda digna, educación digna. El llamado Estado de Derechos no existe para ellos.
El crecimiento económico del que tanto hablan las autoridades del Banco Central y la Junta Monetaria no se refleja en ellos. El Estado de Derecho es solo para 22 familias y sus asociados. El Estado de Derecho es solo para los 20 y tantos miembros del Comité Político del partido de gobierno y los funcionarios civiles y militares.
Quienes hacemos la primera parte del “Gobierno de la Tarde”, “La Zeta con el Pueblo”, terminamos abrumados por la carga emocional de escuchar los atropellos y crímenes de la Policía, la falta de justicia, la irresponsabilidad del Ministerio Público, la falta de atención en los hospitales, las violaciones constantes a los derechos humanos, etc. Nos hemos convertido en un catalizador de las más diversas tragedias humanas. Y eso nos deja agónicos. No es para menos.
La clase media baja y los pobres muy pobres encuentran en “La Zeta con el Pueblo” un espacio que los dignifica, que los respeta, que los escucha, y que procura, en la medida de lo posible, aliviar su dolor. En ese grupo destaca un hombre, médico, abogado y periodista, llamado Ricardo Nieves, con una sensibilidad social y humana que lo desborda y lo aniquila todos los días. ¡Un verdadero defensor del pueblo!
En “La Zeta con el Pueblo” recibimos a todos los ciudadanos sin prejuicios políticos, sociales o religioso. A todos los tratamos con respeto. Nadie tiene que ofrecer, ni pagar nada. Ninguna autoridad ha sido chantajeada o extorsionada por los profesionales de ese espacio. Pero tampoco somos complacientes, ni adulones. No es nuestra misión. No vendemos elogios.
La única razón por la que me he mantenido tantos años en el periódico El Nacional, casi 30 años, y en la Zeta, más de 20 años, es por la libertad que me han permitido sus dueños, Pepín Corripio y Bienvenido Rodríguez, de poder decir y defender mis convicciones. Y eso, sí que no tiene precio.
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