Documento íntegro de la iglesia sobre casos de sacerdotes acusados de abuso sexual

Documento íntegro leído en la Conferencia del Episcopado:
UNA REFLEXIÓN OPORTUNA
¡Jesús, perdónalos! Porque sí saben lo que hacen y están lastimando el corazón de la Iglesia y la fe de muchas personas.
I. En las últimas semanas la opinión pública ha sido reiteradas veces sacudida con vergonzosos hechos escenificados en varios puntos del país por miembros del Clero de la Iglesia Católica de quienes se debe esperar y exigir otro tipo de conducta.
Me consta que muchas personas, sobre todo los de fe sencilla, pero también otros que se sienten parte activa de la gran familia católica, están observando con preocupación y profunda tristeza el presente cuadro y me han pedido decir una palabra frente a esta confusión y descrédito.
Por otra parte, el problema se agrava porque hay un número indeterminado de supuestos comunicadores pero que en realidad son profesionales de la intriga, cuyo único afán es lucrarse con el estimulante y jugoso pago que les ofrecen sus patrocinadores, quienes se ceban en denostar a la Iglesia Católica como si fuera la única institución en que estas realidades humanas suceden. ¡Pobres de ellos!
II- Frente a lo que hoy nos preocupa y avergüenza, debemos recordar que hace dos mil años, la figura excepcional, el Maestro por excelencia de la toda la historia, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, nacido de la Virgen María, único Salvador del mundo, que acogió como discípulos a doce humildes pescadores del lago de Tiberíades, tuvo que pasar por la infamia de que uno de sus discípulo, Judas, lo vendió por treinta monedas, el precio de un esclavo en la antigüedad; otro, el hombre de confianza, Pedro, lo negó cobardemente ante una sencilla criada; y los demás, en el momento crítico, lo abandonaron. Es cierto que al final apareció al pie de la cruz el más joven del grupo, Juan, acompañando a la Madre llorosa y desconsolada ante el cuadro desgarrador de la muerte despiadada del Hijo, que con aquel gesto admirable y la subsiguiente resurrección redimió a la humanidad de sus pecados y nos mereció a todos la salvación. ¿Por qué refiero la experiencia de Jesús y sus Apóstoles? Sencillamente porque él es ejemplo que mejor puede ilustrar lo que hoy estamos viviendo.
III- ¿Qué decir de todo lo que vemos y lamentamos?
Líbreme Dios de justificar lo que no puede tener justificación. Todo Obispo, el Nuncio Apostólico, que se ha marchado es uno de ellos, como todo sacerdote, han pasado años de formación en los seminarios, pero aquí se plantea lo que a mi juicio está a la raíz del problema. Un número indeterminado de los que se preparan para el sacerdocio, no tienen auténtica vocación, en el periodo de formación tienen una gran capacidad para simular lo que no son y, si los formadores no están atentos, se van colando entre los miembros del Clero y después los Obispos pagan las consecuencias de sus desmanes y descontroles, como se está viendo hoy.
IV ¿Qué hacer ante lo que estamos viviendo?
-Reconocer con humildad que estamos ante una situación que a los hijos e hijas de la Iglesia Católica nos preocupa y avergüenza.
-Pedir perdón a las víctimas de los desalmados que han abusado de ellos y a sus familiares.
-Esta súplica de perdón la extiendo a la comunidad de la Iglesia Católica que se siente humillada con estos abusos incalificables.
-Pero también a todo el pueblo dominicano que está contemplando este lamentable espectáculo con incredulidad e indignación. Lo que todos hemos visto no tiene justificación.
-Encarecidamente pido a la justicia dominicana actuar con firmeza y claridad, en base a investigaciones muy serias, estableciendo las sanciones que están previstas en el Código Penal.
Quien haya actuado mal que se atenga a las consecuencias de sus actos responsablemente.
-Urge purificar a la Iglesia sacando del ministerio a quienes lo ejercer indignamente y no merecen llamarse sacerdotes. Y en este punto pido con la mayor sinceridad la colaboración de los auténticos sacerdotes, que son la mayoría, y también de la comunidad eclesial.
-Una última palabra de esperanza y estímulo, la Iglesia, en feliz frase de San Agustín, avanza a lo largo del tiempo en medio de las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios.
Mucha gente, en vez de entretenerse de manera habitual en lo que es morboso, dedica buena parte del tiempo a la oración, que se ha demostrado el recurso más valioso que el mismo Señor nos ha dejado.
Reciban, pues, todos y todas mi cordial bendición y no teman. Nunca han faltado a la Iglesia, desde el comienzo como dije antes, los momentos de crisis y desconcierto, pero el Señor está en la barca y nos garantiza la llegada a puerto.
Nicolás de Jesús cardenal López Rodríguez Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo Primado de América.
Santo Domingo, R.D.
4 de septiembre de 2013
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