El próximo martes 16 de agosto se celebra el 153 aniversario del grito de Capotillo, acto que desató la guerra entre dominicanos independentista y españoles invasores, que culminó en 1865 con la Restauración de la República Dominicana como nación libre y soberana, luego de haber sido anexada a España por un traidor a la Patria como lo fuera el Gral. Pedro Santana; el cual dicho sea de paso, ocupa de forma insólita un espacio en el Panteón Nacional, lugar que debiera estar solo reservado para los héroes de la Patria como Duarte y Sánchez, los cuales fueron uno desterrado y el otro asesinado por ese sanguinario caudillo y dictador.
Este aniversario de la Restauración coincide con la toma de posesión del Presidente Danilo Medina y la Vicepresidenta Margarita Cedeño, electos para un segundo mandato en las pasadas elecciones de mayo por una mayoría muy significativa compuesta por 62% de los votos emitidos por los dominicanos. Con ellos se juramentan además los senadores, diputados, alcaldes y regidores electos en el mismo proceso.
El Presidente Medina, durante su primer mandato acumuló importantes logros y realizaciones en casi todas las áreas de política tales como educación, con su estandarte de la jornada escolar extendida, la construcción de nuevas escuelas y el almuerzo escolar, infraestructura, turismo y otros, pero agregándole además una distribución más equitativa de la inversión pública y el presupuesto de la Nación en beneficio del fomento de las PYMES y la pequeña producción campesina de todas las localidades del país.
Asimismo en ese primer gobierno, Danilo Medina desarrolló un estilo de gobierno más limpio y transparente que el anterior de su propio partido y mucho más cercano a la población y sus organizaciones, especialmente los más pobres; simbolizado esto con las emblemáticas visitas sorpresas de los domingos.
No obstante, todos estamos conscientes que este es un país que a pesar de los avances padece un rezago de al menos 50 años de deuda social con los más pobres; con carencias y desequilibrios estructurales que mantienen una proporción considerable de la población en una condición de pobreza y de pobreza extrema con su secuela de desempleo, bajos salarios, y serias carencias y deficiencias en los servicios básicos. A lo cual se le suman el clima de intranquilidad que le representan la inseguridad ciudadana, la corrupción política y las debilidades del régimen jurídico institucional y la falta de autoridad que se aprecia en muchas áreas y ciudades.
La población apoyó la reelección del Presidente Medina como una forma de aprobación de sus ejecutorias, pero con altos niveles de irritación con elementos que aun cuando no lo asocian con su gobierno, si esperan sean enfrentados con más contundencia y efectividad en estos próximos cuatro años. En tal virtud cabría preguntarse qué expectativas tiene la gente? ¿Cuáles problemas quiere ver de entrada la gente que el nuevo gobierno o las nuevas autoridades (incluyendo municipales y congresuales) enfrenten sin contemplaciones?
De lo que uno oye y lee en las redes sociales y observa en las calles me atrevería a señalar algunas cosas que a nuestro juicio con más urgencia quisiera la gente que fueran resueltas o enfrentadas de manera frontal en los próximos cuatro años.
De entrada la gente quiere ver un gabinete renovado, como dijo el Senador por la provincia Peravia el pueblo quiere que el presidente “remenee” la mata para que caigan esos funcionarios ya viejos, enquistados en la administración pública, trabajando para su beneficio personal sin nada que aportar al bienestar de los ciudadanos y ciudadanas del país.
La gente quiere mayor determinación en la persecución de la corrupción, con mejores resultados en los tribunales. Con condenas ejemplificadoras que acaben con la impunidad predominante hasta hoy.
La gente quiere ver un fortalecimiento de la democracia, mayor seguridad jurídica y respeto al estado de derechos, con unas altas cortes menos politizadas, integradas por personas capaces pero independientes. Con historial público limpio y una labor social reconocida. Sin ataduras políticas ni compromisos con grupos económicos de poder.
La gente quiere más oportunidades de empleos, con salarios más justos y una seguridad social más eficiente. Menos onerosa para los contribuyentes.
La gente quiere seguridad ciudadana, un transporte decente y ciudades limpias, con aceras y alcantarillados que les permitan caminar libremente y sin temores de ser asaltados o arrollados por un carro o caer en un hoyo.
En fin, la gente quiere realizaciones más radicales y más institucionales y sobre todo, la gente quiere mejor ambiente y más oportunidades para progresar, construir familia y disfrutar de una vida más prospera y en paz.
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