“Joaquín Antonio Balaguer Ricardo (1 de septiembre de 1906 – 14 de julio de 2002) fue un abogado, escritor, y político dominicano que gobernó la República Dominicana en los periodos 1960-1962, 1966-1978 y 1986-1996. Su personalidad enigmática y llena de secretismo heredado de la Era de Trujillo, así como su afán de perpetuarse en el poder por medio de dudosas elecciones y mediante el empleo de terrorismo de Estado, le ganó el mote de caudillo. Su régimen causó millares de muertes y desapariciones forzadas. Fomentó el desarrollo de la infraestructura urbana del país mediante la construcción de avenidas y edificaciones; el Faro a Colón es uno de los monumentos más relevantes construidos en su gobierno.”
Con ese párrafo inicia Wikipedia la reseña biográfica de Joaquín Balaguer. La referencia la traemos a propósito del cumpleaños número 110 de su nacimiento el recién pasado 1 de septiembre. Sin dudas que Balaguer fue el gobernante y político que más gravitó en la vida de los dominicanos desde 1960 hasta su muerte en 2002. Incluso no cabe dudas que sus acciones, estilos y valores como gobernante siguen influyendo en el comportamiento de los políticos y ciudadanos actuales del país y seguirá impactando las futuras generaciones.
Mencionar el nombre de Joaquín Balaguer invoca inmediatamente sentimientos encontrados, pasiones, odios y simpatías, detractores y promotores. La gente antepone los sentimientos a la razón, su razonamiento normalmente es parcial: blanco o negro; no existen los grises. Así funciona en los medios de comunicación y las redes sociales. Pasa con todos los políticos y personajes públicos. Mientras sus promotores ven y proyectan solo las luces, sus detractores solo las sombras.
Lo malo de esta forma de enfocar los hechos políticos reducidos a la lucha divina entre el bien y el mal es que la gente se desahoga pero no aprende. No existen las lecciones aprendidas para no repetir los errores. La gente olvida y termina siempre tropezando con la misma piedra. No existe ni ha existido nada tan malo tan malo que no tenga cosas buenas, ni nada tan bueno tan bueno que no tenga algo malo. Gobiernos y políticos, a través de la historia han tenido luces y sombras.
En mi opinión, tres afanes han movido e inspirado las acciones de los políticos y gobernantes a través de la historia: el afán de lucro, el afán de poder y el afán de justicia social. La prevalencia de uno o de otro implica un sistema de valores que devienen en paradigmas o prismas a través de los cuales se obtienen las guías o mandatos que orientan su práctica política y sus modelos de desarrollo.
Los dos paradigmas primeros (poder y dinero), han sido los predominantes y derivan principios o acciones comunes en muchos casos, como por ejemplo anteponer el pragmatismo por sobre la ideología; echando a un lado los escrúpulos éticos. Ambos siguen el método maquiavélico de gobernar. Sin embargo se diferencian substancialmente en el hecho de que el segundo estaría siempre dispuesto a ceder poder con tal de garantizar o acrecentar su patrimonio personal, mientras que para el primero no hay nada que justifique o esté por encima de la permanencia en el poder.
En la acera contraria se han inscrito unos pocos grandes hombres que se han atrevido a desafiar la corriente dominante y basar su accionar político en principios éticos, en procura siempre de imponer un sistema de justicia social y bienestar común, como el caso del profesor Juan Bosch en República Dominicana.
No me cabe la menor duda que a Joaquín Balaguer el político y gobernante lo movió siempre el paradigma del afán de poder. Ello explica el por qué desde su juventud se puso al servicio de la dictadura de Trujillo hasta llegar a ser su Presidente títere al final del régimen. De igual forma al retomar el poder en 1966 no dudó en poner sus gobiernos al servicio del poderío norteamericano, facilitándoles las acciones de exterminio contra los revolucionarios de la post guerra; poniéndose al servicio de la oligarquía local para regalarles las empresas del Estado; como el caso de la Manicera y la destrucción del Consejo Estatal del Azúcar para favorecer negocios azucareros privados, nacionales y extranjeros
Sin embargo, su afán de perpetuarse en el poder le desarrolló un olfato político altamente efectivo. Por eso el mismo Balaguer que en un momento no le tembló el pulso para poner la fuerza pública al servicio de los terratenientes para despojar a campesinos de sus tierras (recordemos a Mamá Tingo en Hato Nuevo) también fue el Balaguer de las leyes agrarias de 1972, bajo las cuales se realizó la repartición de tierras más radical que ha existido en el país.
De igual manera, el mismo Balaguer que creó los cinturones de miserias que hoy conocemos en las grandes ciudades del país, con el consecuente deterioro de los servicios públicos básicos (agua, energía, educación y salud) al permitir el despojo y quiebra del pequeño productor campesino que emigra masivamente a la ciudad; ha sido el Presidente que más proyectos habitacionales y pequeñas obras rurales y urbanas para pobres ha construido en la historia republicana.
En fin, el mismo Balaguer represivo del periodo de los doce años (1966-1978), basado un régimen con predominio de una secta militar poderosa que persigue, mata y apresa cualquier disidente político, es capaz de retomar el poder ocho años después y hacer un gobierno totalmente distinto en materia de libertades públicas, acogiéndose sin inconveniente alguno a las nuevas reglas democráticas impuestas por los gobiernos perredeístas que le habían desplazado del poder en 1978.
No obstante pienso que el legado más sombrío dejado por Balaguer a la posteridad lo constituye la creación de una nueva clase media en base a un sistema generalizado de corrupción y pillaje a través de las obras del Estado; manejando las arcas públicas como si fuera un colmado; regalando funditas a los más pobres, comprando opositores y pagando silencios; creando con ello las bases de este sistema corrupto y clientelar que aun predomina. En ese mismo carro se montaron los gobiernos que le siguieron hasta nuestros días. Y a pesar de los avances en materia de modernización del Estado de los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana, el clientelismo político sigue predominando en todas las áreas y poderes del Estado dominicano y en todos los partidos políticos. Como si tuviera vida propia o como si fuera parte de la cultura nacional.
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