Cocaína
Que los adictos a la cocaína dejen de ser dueños de sus propios actos tiene una explicación neurocientífica. En la corteza prefrontal, existen centros relacionados con el autocontrol, la atención y la toma de decisiones que se deterioran y disminuyen de tamaño cuando se consume esta droga.
Por otra parte, usando resonancia magnética, investigadores de la Universidad de Nuevo México demostraron que la corteza cingulada anterior, necesaria para tomar decisiones morales y para mostrar empatia, ve reducida también su actividad. Y eso hace que cueste distinguir entre lo que está bien y lo que está mal.
Marihuana
Cada vez que estás a punto de vivir una experiencia gratificante, las neuronas del núcleo accumbens entran en ebullición y liberan un chorro de dopamina, la hormona del placer. Cuanta más dopamina, más agradable es la sensación. Sin embargo, esta se vuelve casi imperceptible cuando consumimos asiduamente marihuana. Tanto es así que, a largo plazo, fumar porros enfría el entusiasmo y ahoga la respuesta emocional positiva ante cualquier estímulo.
Incapaces de sentir satisfacción, sus consumidores pueden llegar a perder el interés por casi todas las actividades, lo que se conoce como anhedonia. Solo les estimula la propia droga, ya que los centros de recompensa responden cada vez con más fuerza a ella. Asimismo, actúa sobre los receptores de la amigdala, el centro cerebral del sistema límbico que regula el miedo. Por lo general, atenúa las señales neuronales de esta zona, lo que calma la ansiedad. Pero, en otros casos, la sobreexcita y aparecen paranoias, con lo que cualquier experiencia normal puede convertirse en atemorizante.
LSD
Investigadores del Imperial College de Londres demostraron que, tras consumir dietilamida de ácido lisérgico (LSD), en las neuronas de la corteza sensorial se produce una falta de coordinación que hace que las celulas que deberían activarse a la vez se desincronicen, mientras que se solapan las señales de otras que debían encenderse en momentos diferentes. Este caos podría explicar por qué el LSD altera la conciencia. Además, las ondas alfa del cerebro se reducen, lo que da lugar a las alucinaciones asociadas a su consumo.
Ketamina
En los locales donde se pincha música electrónica y en las fiestas rave, una de las drogas de síntesis más populares es la ketamina. Según los estudios neurocientíficos, actúa directamente en la corteza infralímbica del cerebro, que modula el estado de ánimo. Esto le otorga propiedades antidepresivas. Por otro lado, al reducir la transmisión del glutamato, impide que el cerebro tenga una representación correcta del propio cuerpo y de sus movimientos, lo que explica la sensación de estar flotando fuera del cuerpo.
Esta droga, presente en los hongos psilocibios, debe sus efectos a que reduce el flujo de sangre en la zona central del cerebro, sobre todo, el tálamo y la circunvolución del cíngulo anterior y posterior, relacionados con la conciencia y la identidad personal. De ahí que la psilocibina nos haga experimentar sensaciones corporales extrañas y un estado alterado del espacio-tiempo.
Éxtasis
Aunque gozan de popularidad entre los jóvenes de entre 20 y 35 años, las pastillitas de colores o MDMA distan mucho de ser inocuas. Tal y como probó un reciente estudio alemán, su consumo produce graves problemas de memoria por su efecto en el hipocampo, la parte del cerebro encargada de formar y recuperar recuerdos. También interfiere en el transporte de serotonina, relacionada con el estado de ánimo y el sueno. Eso hace que los consumidores no sepan escoger la reacción emocional adecuada ante cada situación.
Heroína
Ya sea inyectada o inhalada, se convierte en morfina al llegar al cerebro. Allí, se adhiere a los receptores opiáceos del tronco del encéfalo y de las zonas relacionadas con la percepción del dolor. El consumidor entra en un estado de sopor en el que desaparece todo tipo de dolor físico y mental. También provoca una caída de los niveles de oxígeno cerebral, lo que causa daños irreparables. Esto explica la debilidad, temblores, espasmos y, en casos extremos, infarto cerebral y el parkirson propios de los heroinómanos.