Si bien persisten los esfuerzos de la Unión Africana (UA) para distender el ámbito continental, eso no resulta fácil por la virulencia que contamina cualquier diferencia y las cuales en vez de concluir con negociaciones para el entendimiento terminan con dictámenes de muerte.
En noviembre sesionó en la capital de Senegal la quinta edición del Foro Internacional de Dakar sobre Paz y Seguridad en África, otra gestión para cambiar la tónica que marcó con sangre, primero las independencias y luego el irregular establecimiento y desenvolvimiento de los Estados postcoloniales.
En el evento el presidente anfitrión, Macky Sall, declaró:’La paz, la estabilidad y la seguridad son las condiciones previas al desarrollo’ y amplió que ante desafíos como esos, ‘nuestro primer deber es hacer todo lo que podamos para que nuestros Estados sigan siendo fuertes y resilientes’.
Por su parte, Florence Parly, ministra de Defensa de Francia, acotó allí que ‘querer la seguridad sin la ayuda alimentaria sería absurdo y peligroso. Querer el respeto de los derechos, de la propiedad, del acceso a la educación, sin estar dispuesto a garantizar la seguridad y la serenidad, sería vano’.
Según el director del Centro de Altos Estudios de Defensa y Seguridad senegalés, Paul Ndiaye, el encuentro debía debatir en forma equilibrada sobre ‘la seguridad y los derechos humanos, con énfasis en el protagonismo de las organizaciones humanitarias en la prevención de conflictos y la búsqueda de la paz’.
El V Foro Internacional sobre Paz y Seguridad en África tuvo como aspectos centrales: ‘La Paz y Seguridad en África: Desafíos de Estabilidad y Desarrollo Sostenible’ y abordó cambios o algunos tipos de reformas para que la UA ayude en las operaciones de mediación en conflictos de países de la región.
TENSIONES Y TERRORISMO
En varias ocasiones se hizo énfasis en el deterioro de los estándares de seguridad en África, donde el declive llega a ser demasiado peligroso e incluso traspasó el punto de no retorno, lo cual condujo a la exaltación de la barbarie, como ocurrió en Ruanda en 1994.
Podría decirse que a partir del genocidio ruandés, en el que murieron entre 800 mil y un millón de personas de conducta política moderada, mayormente tutsis, los patrones de comportamiento se transformaron entre los beligerantes, pues tras aquel crimen se desató en 1998 la segunda guerra del Congo que causó unos tres millones de muertos.
Esa contienda armada enfrentó principalmente a fuerzas de Ruanda, Uganda y Burundi por una parte, a los efectivos de Angola, Namibia y Zimbabwe, por la otra, la identificaron como la primera guerra mundial africana, que concluyó en 2003, tras las gestiones mediadoras de Sudáfrica.
No obstante, hoy la República Democrática del Congo (RDC) es víctima de combates y ataques contra civiles en la zona oriental, donde abundan facciones armadas de diverso cariz ideológico y grupos de delincuentes que afectan la tranquilidad y armonía ciudadanas.
En la región este de la RDC se registran brotes de fiebre del Ébola, pero cada vez se hace más difícil prestar asistencia sanitaria en esas zonas, toda vez que allí prevalecen facciones armadas y bandas de forajidos que lo impiden, aunque prosiguen los esfuerzos oficiales por ofrecer, pese a todo, tratamiento y medicamentos a los afectados.
Allí el terrorismo es más evidente y no es solo un asunto de las fuerzas armadas congoleñas, es un proceso que irradia desequilibrios y traumas para toda África desde el país que fue en 1960 símbolo de la liberación anticolonial del continente.
También son zonas de conflicto que preocupan a la Unión Africana, las áreas anglófonas de Camerún, y la República Centroafricana, en el primer caso las tensiones tienen sus orígenes en contradicciones relacionadas con ideales secesionistas y en el segundo es la consecuencia de ser un Estado fallido.
OPCIÃ’N VITAL
La lista de contiendas podría aumentar, si se tiene en cuenta que los asuntos mencionados y otros menos destacados constituyen secuelas de un problema regional denominado subdesarrollo, el cual mantiene a la mayor parte del continente atascado en un círculo vicioso, donde lo enfermizo se percibe a través del intercambio desigual.
Pese a más de medio siglo de las independencias, África continúa atada económicamente a esquemas coloniales, sigue siendo suministrador de materias primas no elaboradas o semielaboradas, emisor de capitales por los valores producidos por la labor de masas de trabajadores empobrecidos o de bajo costo.
En el fondo el subdesarrollo es un problema esencial que causa miseria, conflictos armados, crisis humanitarias y hace cada vez más ancha la brecha entre ‘tener y no tener’, así como erosiona las posibilidades reales de transformación de sociedades que exigen opciones de nuevo tipo y beneficios para todos.
…Y después de todo eso la interrogante es: ¿en esas condiciones África puede garantizar la seguridad, que es básica en cualquier gestión de paz o eso solo es un objetivo a largo plazo?
A esta altura es evidente que no hay espacio para utopías, los asuntos planteados se requiere abordarlos con prisa, sin perder el optimismo para asumirlos con una voluntad constructiva como lo requiere la región y como lo subraya la Unión Africana a punto de entrar en una nueva década que seguro no será de desengaños.
(*) El autor es periodista de la agencia Prensa Latina.