En mi opinión, una cartera de fondos debe estar dividida en dos partes. Una, táctica, invertida mirando al corto plazo. Otra, estratégica, con visión a largo plazo. Actualmente tenemos un caso clarísimo de lo diferentes que pueden llegar a ser en determinadas situaciones de mercado.
El día que la Reserva Federal de los Estados Unidos dijo que su objetivo era alcanzar un tipo de interés del 3% porque era el “neutral” para la economía —es decir, que ni la perjudica ni la estimula— yo, por mi parte, “consideré” que había llegado el momento de reducir el peso de la renta variable en la cartera táctica. Y así lo dije en estas páginas (“Regla numero uno: no luche contra la “Fed”)
En un mundo plagado de tendencias desinflacionistas —cambio digital, globalización, pérdida del poder de los sindicatos, caída del precio de las materias primas, fortaleza del dólar— no se puede considerar neutral el mismo tipo de interés que en los años 60 o 70. En una economía como la actual ese 3% puede ser restrictivo y negativo para el crecimiento. Los mercados, que están mucho más cerca de la realidad que la Reserva Federal, han pensado lo mismo y han caído a plomo. En este escenario, unido a otros problemas como la guerra comercial o la situación económica de Europa, la cartera táctica debe infraponderar o evitar la renta variable en general. O tenerla cubierta con algún activo que compense la caída de las bolsas, que en mi caso este año ha sido el dólar.
Cosa distinta es la cartera estratégica. En un análisis reciente que realicé para mi informe mensual mostraba como, cuando los índices de las principales zonas económicas del mundo caían más de un determinado porcentaje, a la larga siempre habían sido grandes oportunidades de compra.
Cuando los índices de las principales zonas económicas del mundo caen más de un determinado porcentaje, a la larga siempre han sido grandes oportunidades de compra
En los mercados desarrollados era a partir de caídas del 30% desde máximos —con la excepción de Japón, que es un caso raro— y del 60% en los mercados emergentes. Lancé, por lo tanto, la idea de compra estratégica de lo que llamé “China y sus proveedores”. El gigante asiático, que es el que más pesa en ese tipo de fondos, ya había superado ese 60% de caída . La otra sugerencia fue la de la eurozona, que se estaba acercando al descuento exigido a las economías desarrolladas. Dije también que compartiría por Twitter el momento en el que comprara (cosa que he hecho recientemente para #ChinaysusProveedores”)
Ahora toca decidir cuando le llegará el momento de compra a Europa. Porque ya estamos entrando en el escenario para la compra estratégica, que es cuando todo va muy mal, con la idea de que lo que compremos lo metamos en un cajón y nos olvidemos de ello durante al menos cinco años. Tratemos, por una vez, de comprar activos financieros como si fueran activos inmobiliarios.
[Si esto es una corrección ¿cuáles son las oportunidades?]
En el caso de China y asociados el “timing” me ha parecido claro. Seguramente caerá más, es imposible acertar en el momento más bajo, pero es una zona geográfica que crecerá mucho en los próximos años. Ahora bien, en el caso de Europa el desastre en que se está convirtiendo me hace dudar de si un 30% de descuento será suficiente. Sobre todo porque el desastre es tal que podría ocurrir como en Japón: que se rompa la regla de que a largo plazo la única dirección es al alza (que es la idea que subyace de comprar sin mirar demasiado cuando se alcanza cierto nivel de descuento)
Si seguimos la recomendación del barón de Rothschild de “comprar cuando suenan los cañones y vender cuando suenan los violines” el caso europeo es claro. Rothschild dijo aquello en época de Napoleón y sus guerras. Luego llegó la paz y se forró. En el siglo XXI en Europa los “cañones” son deficiencias económicas y problemas sociales y políticos. Y la verdad es que no falta ninguno de ellos. Europa no tiene ni una sola empresa líder en la revolución digital. Y, mientras Estados Unidos bajan los impuestos, en Europa suben. Es la única respuesta que tienen los políticos europeos para solucionar los problemas económicos, con lo cual obviamente los agravan. Ya hemos visto ha que ha llevado en Francia la genial idea de subir todo tipo de tasas e impuestos.
La convergencia europea es cada día más divergencia. Alemania y sus países adláteres están cada vez mejor y se esfuerzan cada vez más en tener una buena situación fiscal. Mientras tanto países como Italia quieren gastar más pese a ser los más endeudados de Europa. La situación económica del sur es muy precaria. Convendría preguntarse qué pasaría en España si todo ese dinero que busca rentabilidad en el ladrillo dejará de hacerlo. El motor de la economía española es el sector de la construcción y si funciona es porque es el beneficiario de los tipos de interés cero que sacan el dinero de las cuentas corrientes hacia los “pisos”, no como reflejo de una economía boyante.
Si lo que se trata es de comprar cuando todo está fatal en la esperanza de que algún día mejoren las cosas y suban las cotizaciones, el caso europeo empieza a ser de libro. Con independencia del desastre político y la mala gestión económica, las empresas que cotizan en el Eurostoxxson, sobre todo, empresas multinacionales que, aunque actualmente están en general bastante mal llevadas, podrían llegar a estar bien gestionadas en el futuro. Es algo natural que al final alguien capaz acabe llevando el timón. E insisto en lo de multinacionales: estaremos comprando empresas globales a precio de desastre europeo. Desde ese punto de vista, nada que objetar a la compra estratégica. El problema es que el proyecto europeo no consiga levantar cabeza y acabe descarrilando. Y en lugar de en una oportunidad estaríamos cayendo en una trampa.
La conclusión para mi es clara: incluso desde un punto de vista estratégico, la entrada en Europa conlleva un alto riesgo. Pero también es cierto que la desastrosa gestión política y económica ha situado los precios en niveles francamente bajos. Estamos ante la típica ecuación financiera sobre riesgo y rentabilidad potencial, en este caso a muy largo plazo. La respuesta es que el riesgo es muy alto, altísimo, pero si Europa consiguiera salir de ésta como salido de otras, la rentabilidad potencial es también muy alta
¿Y que porcentaje de una cartera se invierte en un activo de alto riesgo y alta rentabilidad potencial? Pues una cantidad moderada, que si sale mal no nos arruine y que si sale bien nos dé una gran alegría ¿Y cuando? Eso es lo más difícil. Lo que sí sé es que habrá que hacerlo antes de que en Europa surjan políticos decentes y capaces o gestores que se preocupen por las multinacionales europeas y no sólo por sus planes de pensiones. Porque cuando eso ocurra el mercado ya habrá subido (por si les sirve de ayuda cuando compre Europa haré como hice con China: comentarlo en mi cuenta de Twitter)
Fuente. El Confidencial
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