La obesidad agrava el COVID-19


Todavía estamos haciendo balance de los efectos de los 50 días que duró el confinamiento en España y la sombra de una nueva cuarentena nos persigue. Los cada vez más numerosos rebrotes nos recuerdan que el coronavirus sigue entre nosotros y que, por el momento, no tiene intención de salir de nuestras vidas.
Desde el 15 de marzo hasta ahora hemos ido conociendo el ‘modus operandi’ del SARS-CoV-2, cómo consigue entrar en el organismo de sus víctimas y cómo provoca la enfermedad covid-19. Así, hemos sabido que, de todas las variables (sexo, edad, enfermedades, etc), la obesidad es la común a los casos más graves, aquellos que han necesitado cuidados intensivos y entre los que hay más fallecidos.
Es una pista importante, y por ello son una mala noticia los resultados de un estudio realizado por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO): el 44,3% de la población ha engordado durante el confinamiento, una ganancia de peso que va de uno a tres kilos en las tres cuartas partes de estas personas. Esto es como echar combustible a la hoguera del sobrepeso y la obesidad, que sufren más de 60% de los ciudadanos. “Es un dato que debe preocupar”, subraya Albert Lecube, vicepresidente de SEEDO.
La experiencia de estos meses justifica la alerta de Lecube. “La obesidad es el principal factor de mal pronóstico en la infección por covid-19. El 80% de los pacientes que presentaron las formas más graves de la enfermedad eran obesos”, añade Susana Monereo, jefe de Endocrinología del Hospital Gregorio Marañón. Las razones son varias: la obesidad es una enfermedad inflamatoria crónica, deteriora la calidad respiratoria y el tejido graso tiene los mismos receptores que las células pulmonares para dejar entrar al virus y eso le permite permanecer durante más tiempo en el organismo de las personas obesas.

Por tanto, evitar el sobrepeso y la obesidad es una estrategia eficaz para minimizar el impacto del covid-19 y, sin embargo, buena parte de los ciudadanos lo desconoce, como ha quedado de manifiesto en el estudio de SEEDO. Lecube revela que “solo el 50,9% de las personas encuestadas ha oído hablar de esta relación, pero el desconocimiento llega al 67% entre los más jóvenes (de entre 18 y 24 años)”, una realidad inquietante porque son, precisamente, los más jóvenes el colectivo donde se están produciendo los últimos rebrotes.
El presidente de la Sociedad de Endocrinología, Francisco Tinahones, insiste: “El riesgo que supone el exceso de peso en la enfermedad covid-19 debe ser difundido como medida preventiva que ayude a combatir la ganancia ponderal en nuestra sociedad”. Y la doctora Monereo expone la tríada preventiva obligatoria: “Usar mascarilla, lavarse las manos y cuidar el peso”.
Según los resultados de la encuesta, la falta de actividad física y el picoteo han sido determinantes. Más de un 40% de los encuestados asegura que ha tenido más sensación de hambre durante el confinamiento motivado por la ansiedad y el aburrimiento. Y los alimentos que han aumentado su consumo han sido las bebidas alcohólicas (un 45% en la población general y un 55% de los obesos) y productos de bollería (un 46,7% en la población general y un 55,8% en los obesos).
El comportamiento expuesto hacia la alimentación se ha repetido, a grandes rasgos, en buena parte de países, como recoge un número especial de la revista ‘Nutrients’. Uno de los artículos, realizado en la Universidad de Poznan (Polonia), describe que “un porcentaje significativo de individuos puede experimentar modificaciones en los hábitos alimenticios, que se manifiestan al comer más y cambiar de peso”, una conducta que, como en España, es más habitual en personas con sobrepeso y obesidad. Los alimentos preferidos por estas personas no son los más saludables (vegetales, frutas y legumbres), sino alimentos salados, carne y lácteos. También se ha constatado un aumento en el consumo de alcohol.

En el hambre emocional se han centrado científicos de la Universidad de la Sapienza, en Roma. En su trabajo, que también se publica en el número especial de ‘Nutrients’, destacan la diferencia de género en este asunto, y son las mujeres las que tienen mayor estado de ansiedad y, por tanto, más necesidad de aumentar la ingesta de alimentos, con preferencia hacia los ricos en grasas y azúcares, que los autores comparan con una adicción.
No obstante, este trabajo reconoce que el confinamiento “ha permitido más espacio para la imaginación y la exploración con alimentos, tanto en términos de recetas como de relaciones humanas (por ejemplo, cocinar y comer juntos con más frecuencia que antes)”.
Así pues, el mensaje es claro: la mejor forma de protegernos frente al covid-19 es mantener la báscula a raya… ¡sin olvidarnos de usar la mascarilla!

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