En el corazón de China, su ciudad fue la primera del planeta en estar en cuarentena. Pero seis meses después, los habitantes de Wuhan disfrutan el regreso a una vida normal, a tal punto que muchos de ellos no dudan en dejar la mascarilla.
Jóvenes bailando en una fiesta tecno, puestos de comida abarrotados y embotellamientos por todas partes: el paisaje de Wuhan ya no tiene nada que ver con la atmósfera de ciudad fantasma que vivieron las costas del Yangtsé desde el 23 de enero.
Miles de wuhaneses hacen fila todas las mañanas frente a caravanas que venden desayunos. Una escena que contrasta con la multitud que acudía en masa a los hospitales de la ciudad durante el invierno, angustiados por el nuevo coronavirus.
Mientras que la mascarilla es obligatoria en Berlín y en París, en Wuhan el objeto símbolo de la pandemia, así como los trajes completos y los anteojos de seguridad dejan su lugar a las sombrillas y los anteojos de sol. Estos últimos días las temperaturas alcanzaron los 34 grados.
Los turistas volvieron y se fotografían sonrientes frente a la Torre de la Grulla Amarilla, uno de los monumentos emblemáticos de Wuhan, con sus artesanías rojas y naranjas.
Mercado cerrado
Pero el retorno a la normalidad no es completo y la actividad económica continúa afectada.
«La primera mitad del año, solo reactivamos ciertos proyectos que estaban previstos antes de la epidemia», explica a la AFP Hu Zeyu, empleado de una agencia inmobiliaria. «El volumen de negocio se vio fuertemente reducido».
Lo mismo le ocurrió a Yang Liankang, dueño de un puesto de comida. La actividad se reactiva lentamente y las ventas cotidianas pasaron de alrededor 300 yuanes (43 dólares) el mes pasado a más de 1,000 yuanes (143 dólares) actualmente.
«Pero no van tan bien como imaginé», señala.
Entre las primeras personas contaminadas en Wuhan, muchas trabajaban en el mercado de productos frescos Huanan, que fue cerrado por las autoridades a comienzos de enero.
Librado al abandono detrás de altas rejas azules, no ha reabierto. Algunos vendedores reinstalaron sus puestos más lejos.
Después del desconfinamiento, Wuhan se tomó el tiempo de recordar su traumatismo.
En el Museo de la Revolución, una exposición sobre el COVID-19 presenta objetos representativos de la lucha contra la pandemia. Los visitantes pueden observar trajes de cuerpo entero con dedicatorias que fueron usados por el personal sanitario durante la crisis.
Muchos wuhaneses aseguran ahora querer disfrutar del día a día.
«Ahora, disfruto de cada día como si fuera el último», declara una habitante llamada Hu Fenglian. «No tengo ganas de preocuparme mucho».
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