En las elecciones de EE UU cada estado está representado por un número determinado de delegados, en función de su población. Tal y como está escrito en la Constitución americana, Trump necesitaba 270 votos emitidos por los delegados de los estados para ganar las elecciones presidenciales (una mayoría del número total de los 535 senadores y congresistas en Washington, más tres del Distrito Federal de Washington). El ya presidente obtuvo 306 votos de los delegados frente a los 232 de Clinton.
Para entender mejor las ironías del sistema, merece la pena detenerse en los votos de los delegados de cuatro estados, Wisconsin, Michigan, Pensilvania y California. El nuevo presidente ganó todos los votos de los delegados de tres de los estados –Wisconsin, Michigan y Pensilvania, con un total de 46 delegados entre los tres– y lideró el voto popular (el voto ciudadano) con una diferencia de 80.000 votos populares sobre su adversaria. Clinton ganó California con sus 55 delegados, y el voto popular con una diferencia de más de 4 millones de votos de la población.
Es la segunda vez en 16 años que un candidato a presidente gana las elecciones con menos votos populares que su contrincante. Al Gore obtuvo medio millón más de votos populares que George Bush en 2000, pero perdió en los votos de los delegados de los estados, 271 frente a 267.
Delegados frente a votantes
¿Por qué California tiene 55 delegados y Wisconsin tiene 10? La respuesta es fácil. Ello representa el número de distritos (y congresistas que cada estado manda a Washington), a los que hay que añadir dos senadores por estado. Así mientras California está representada por 53 diputados en la Cámara Baja de Washington, Wisconsin está representado tan solo por ocho más los citados dos senadores.
Estos dos senadores son elegidos en todos los estados con independencia del número de habitantes tal y como está previsto en la Constitución. Wyoming, por ejemplo, con sus dos senadores y un congresista con una población de 600.000, aporta tres delegados o uno por cada 200.000 personas. En cambio, los 55 delegados de California, con una población de 39 millones, equivaldrían a un delegado por cada 700.000 personas.
En 2000 Bush ganó las elecciones porque acumuló diez estados más que Al Gore, 30 – 20, con la ventaja de acumular 20 delegados más. Los Republicanos casi siempre ganan más estados que los demócratas. A Trump le han sobrado delegados, y ha ganado en 31 estados lo cual le ha ayudado aún más. La ventaja de ganar un mayor número de estados – sin tener en cuenta el número de votantes – ha resultado muy beneficiosa para el Partido Republicano.
Un amigo me preguntaba el otro día: ¿Por qué Obama, con su mayoría absoluta (en su primer mandato) no cambió el sistema de votos por delegados de los estados? Simplemente porque hubiera sido un intento inútil. Para cambiar la Constitución hace falta ganar una votación en las dos cámaras, la aprobación del presidente, y finalmente la aprobación de 3/4 de los 50 estados. Y estados poco poblados como Wyoming, Dakota del Norte, Montana y 25 más, ¿votarían para cambiar un sistema que les favorece? Solo cuando se congele el infierno.
Erik Baum es Doctor en Periodismo y Profesor de Suffolk University Madrid Campus.
Fuente. EL PAÍS
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