Julio y María Paniagua forman una pareja de jubilados que decidieron mudarse a las afueras de la ciudad capital buscando un remanso de tranquilidad y silencio.
Sin embargo, su sosiego duró poco. Donde se mudaron, justo al este de Santo Domingo, se encontraron con unos vecinos que no dan tregua a la música estridente.
Ahora la pareja procura desesperadamente salir de aquel ruidoso “edén”, luego de fallidos esfuerzos ante las autoridades para que controlen la música alta provocada por esos vecinos.
La situación ha sido tal que la salud de Julio, de 73 años, se ha afectado debido a que los ruidos molestosos no lo dejan dormir, aun durante altas horas de la noche.
Cuenta que en más de una vez ha acudido de noche al médico en busca de auxilio por la presión alta, estrés y nervios descontrolados a causa de la música a todo volumen.
“No me ha valido quejarme a las autoridades para que controlen el ruido que nos afecta día y noche”, lamenta Julio Paniagua, quien afirma que ha llamado al 911, pero las patrullas antirruidos no siempre llegan, se demoran o, si llegan, no logran persuadir a los molestosos.
Epidemia
Al igual que esta pareja, hay miles de ciudadanos que sufren la “epidemia” del ruido tanto en el centro como en la periferia de Santo Domingo, una de las ciudades más ruidosas de la región.
El Sistema Nacional de Atención a Emergencias y Seguridad 911 registró 3,307 denuncias de ruidos molestosos en enero 2015, durante los primeros seis días de iniciar el programa antirruidos. El 92% correspondió a denuncias de música alta, mientras que el 7% por ventas ambulantes.
Desde entonces, las cifras se han multiplicado con creces, evidenciando que miles de ciudadanos son afectados por la música alta de bocinas, vehículos y plantas eléctricas, entre otros.
Se mudó y el mismo dilema
Pedro Gimeno (nombre ficticio) hace un mes que se mudó junto a su familia al sector Mejoramiento Social, al norte de la capital, y tras salir de un suburbio ruidoso de Alma Rosa, se encontró, sin embargo, con el mismo dilema.
La música alta se registra al frente, a los lados y detrás de la vivienda que alquiló. En la zona más residencial del sector, la música estridente la ponen un gimnasio casi todo el día, un colmadón donde no cesa y algunos vecinos acostumbrados al ambiente bullicioso.
Gimeno refiere que en cada esquina donde hay un colmadón es habitual la música alta sin ningún control. “Igual sucede con algunos vecinos del sector, quienes no pierden tiempo para subir su música”, indicó.
Cuenta que desde las 6:00 de la mañana empieza el movimiento en el gimnasio y desde esa hora recibe los golpes musicales en la misma alcoba donde duerme.
“Ese ruido afecta mi salud y mi tranquilidad”, asegura Gimeno, quien se queja por la falta de acción por parte de una instancia que responda con efectividad a la contaminación sónica en su entorno.
Fines de semana, peor
La situación se agrava los fines de semana cuando aumenta la venta de bebidas alcohólicas en colmados y bares.
Lo mismo sucede en edificios familiares y en condominios donde incluso se han dado riñas entre los vecinos frente a la problemática.
Así lo comenta el sitio web https://www.kondominia.com/vecino-ruido/.: “Desde bien temprano en la mañana, hasta entrada la noche muchos ciudadanos sufren además los efectos nocivos de la contaminación acústica también en sus propios hogares”.
Y añade: “A la estridente sinfonía infernal de bocinas, motores y carros que llega desde la calle, le añaden la gritadera, la música a todo volumen, muebles que se arrastran a las 3 de la mañana o el ruido por reformas en el apartamento del vecino de arriba”.
Se trata de un artículo titulado “Vecino ruidoso, un mal común: ¿Qué puedo hacer?” Por demás confirma el impacto nocivo del ruido en una población que, al parecer, ignora los daños a la salud a causa de este mal.
Desde 2015 se puede llamar al 911 para que el departamento Antirruidos de la Policía Nacional atienda las denuncias; pero las acciones reactivas de las autoridades aún no reducen la contaminación por música nociva.
Sólo en enero de 2017, las patrullas recibieron 9,390 denuncias por ruido en todo el país, la mayoría de las cuales correspondían a música alta, según un informe de la Presidencia de la República.
La legislación que busca enfrentar la contaminación sonora a menudo se torna en letra muerta para amplios sectores de la sociedad. La Ley 287-04 sobre prevención, supresión y limitación de ruidos nocivos y molestos procura endurecer sanciones y multas contra quienes violenten esa disposición.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sugerido a los países de América Latina generar más espacios tranquilos y libres de ruido en las ciudades.
Ya se sabe, según estudios, que los ruidos intensos exponen a jóvenes a riesgos auditivos. El ruido constituye un acuciante problema de salud.
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