Mientras éramos unos niños, nuestros padres luchaban con nosotros para que siempre estuviéramos en la cama a una hora en específico. Generalmente, la hora en que ellos nos acostaban era máxima a las 9 de la noche. Pero se llamaba ‘lucha’, ya que de pequeños guardábamos mucha energía; lo que significaba un constante ajetreo para lograr meternos a la cama. Sin embargo, en esa etapa, ellos intentaban colmarnos de actividades para que, cuando llegara la noche, tuviéramos el cuerpo y la mente agotados para que pudiéramos dormirnos más fácilmente y como quien dice: “el sueño viniese solo».
Pero al crecer hemos cambiado nuestras actividades diarias, y suceden variaciones en las horas de sueño. Esto ocurre gracias al sin fin de responsabilidades que adquirimos en la adolescencia y la adultez. No obstante, si desde pequeños nos acostumbraron a dormir a una hora, ¿Por qué aún nos cuesta acostarnos temprano? ¿Acaso tiene que ver con algo más emocional que físico? ¿Se podría explicar desde el punto de vista de la responsabilidad adquirida?
Si tenemos más libertad de decisión al crecer, entonces debería ser más fácil organizar las tareas para que al menos, tres veces por semana consigamos dormirnos a la religiosa 9 de la noche. ¿No es cierto?
Pues, hoy en día se nos hace muy difícil conseguirlo, aunque lo queramos en cantidad. Y esto se va a cumulando en un número de horas de descanso no conciliadas, ocasionando problemas de salud nada agradables. La primera: el insomnio.
El insomnio es una enfermedad en aumento. No solo por acostumbrar al cerebro a las pocas horas de sueño, sino que se va creando una adición al cansancio, sumándose a la impuntualidad, la poca retención de memoria, deficiencia laboral y de estudio; llegan a casos extremos como el recurrir a medicamentos para lograr el sueño. Pero para evitar llegar a sufrir de insomnio, lo lógico sería decirnos: «Hay que dormir temprano». Es muy sencillo decirlo, pero nada fácil lograrlo. Entonces, ¿Qué podemos hacer?
Primero, debemos conocer los efectos negativo que esto conlleva, de esa forma entenderás lo importante que es para el cerebro y el cuerpo, descansar como es debido.
Nuestro cuerpo se repara mientras estamos dormidos. La sangre circula adecuadamente, la conciencia no desvaría, la piel se torna saludable y nuestro peso, no se dispara hormonalmente. Pero cuando tendemos a dormirnos tarde, todo eso cambia. El efecto más grave y directo es el aumento de peso.
Cuando dormimos poco el cuerpo se descontrola y aumentan las ganas de alimentarse; lo que hace que al hacerlo, lo hagamos desproporcionadamente y a deshoras. Esto destruye el hábito alimenticio que el cuerpo necesita para mantenerse fuerte, sano y con un peso adecuado para mantener una buena salud. Los casos de obesidad, generalmente provienen de la falta de sueño o el descontrol de este. Ya que al aguantarnos de sueño la insulina aumenta, creando el sobrepeso.
Dormir menos equivale a cansancio. Y eso, tu cuerpo lo manifiesta. En las parejas, por ejemplo, se ven casos de nula intimidad, desgraciadamente por no dormir bien. Por lo general, se presenta el cansancio y la irritabilidad en el cuarto, producto del insomnio. Y durante el día, las parejas rompen el vínculo de intimidad por las ocupaciones diarias. Pero estudios indican que estos casos pasan con mayor frecuencia en las mujeres, quienes presentan cambios hormonales bruscos durante el mes. Ellas, al momento de verse envueltas en la intimidad con su pareja, no logran concentrarse, convirtiendo la relación en tediosa.
Por otro lado, existen noviazgos y matrimonios que se rompen pensando que las causas son situaciones irreconciliables. Pero los culpables son el número de tareas en el día y la falta de sueño en por las noches.
El problema más grave que ocasiona el dormir tarde es un aumento de la temperatura de la sangre. Así como se explica, de forma literal, la sangre comienza a tornarse caliente, aumentando la presión arterial. En la noche, esa presión en aumento puede ocasionar graves accidentes cardiovasculares.
¿Qué podemos hacer? Organización. Es la clave para lograr despejar la agenda a la hora de dormir. Evita cualquier objeto sonoro en la habitación, así como también evita dejar encendido el televisor o la entrada de alguna luz. El obligarse a cerrar los ojos, así nuestros pensamientos estén cargados de palabras e imágenes, ayuda a que pronto el cerebro entre en estado de sueño, sin darte cuenta. Intenta usar colchas y almohadas cómodas. Procura que el ambiente en el cuarto, dependiendo de las circunstancias, sea agradable. Es decir, ni muy frío ni muy caliente para que las bajas o altas temperaturas, no hagan que la persona se despierte constantemente. CLICK AQUI PARA LEER ESTOS Consejos para dormir bien
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