CIUDAD DE WASHINGTON. Los precios de la energía aumentaron de manera significativa en el tercer trimestre de 2021 y se prevé que seguirán siendo elevados durante 2022, lo que acrecentará las presiones inflacionarias globales y podría incrementar el crecimiento económico de los países exportadores de energía en desmedro de los países importadores.
De acuerdo con las previsiones contenidas en la edición más reciente del informe Commodity Markets Outlook (Perspectivas de los mercados de productos básicos) del Banco Mundial, los precios de la energía —que en 2021 serían, en promedio, 80 % más altos que el año anterior— se mantendrán en niveles elevados en 2022 pero comenzarán a disminuir en la segunda mitad del año a medida que se atenúen las limitaciones de la oferta.
Según las proyecciones, los precios de los productos básicos no energéticos, entre ellos los productos agrícolas y los metales, disminuirán en 2022, luego de los fuertes aumentos de este año.
“El alza de los precios de la energía conlleva grandes riesgos a corto plazo en materia de inflación mundial y, si se prolonga, también podría afectar el crecimiento en los países importadores de energía”, afirmó Ayhan Kose, economista principal y director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial, quien se encarga de la producción del informe.
“El fuerte repunte de los precios de los productos básicos está alcanzando niveles más altos que los previstos previamente. La reciente volatilidad de los precios puede dificultar la decisión de políticas a medida que los países se recuperen de la recesión mundial del año pasado”.
En 2021, los precios de algunos productos básicos alcanzaron o superaron niveles que no se registraban desde la suba de 2011. Por ejemplo, los precios del gas natural y el carbón aumentaron a cifras récord entre las limitaciones de la oferta y el repunte de la demanda de electricidad, aunque se espera que bajen en 2022 a medida que disminuya la demanda y mejore la oferta. No obstante, podrían producirse aumentos de precios adicionales en el corto plazo en un contexto de inventarios muy bajos y cuellos de botella persistentes en la oferta.
Se prevé que los precios del petróleo crudo (un promedio de los precios del petróleo Brent, West Texas Intermediate y Dubai) ascenderán, en promedio, a USD 70 en 2021, lo que representa un aumento del 70 %.
De acuerdo con las proyecciones, el precio llegará a USD 74 el barril en 2022, a medida que la demanda de petróleo se consolide y alcance los niveles anteriores a la pandemia.
La utilización de petróleo crudo como sustituto del gas natural genera un importante riesgo al alza de las perspectivas de demanda, si bien también es posible que los mayores precios de energía comiencen a afectar el crecimiento mundial.
A medida que el crecimiento mundial se atenúe y se resuelvan las perturbaciones de la oferta, se prevé que los precios de los metales bajarán un 5 % en 2022, tras aumentar alrededor del 48 % en 2021. Luego de una subida proyectada del 22 % en 2021, se prevé que los precios agrícolas disminuirán moderadamente el próximo año, a medida que mejoren las condiciones de oferta y se estabilicen los precios de la energía.
“Los elevados precios del gas natural y el carbón están afectando la producción de otros productos básicos y plantean el riesgo de que los resultados superen las previsiones de los precios”, manifestó John Baffes, economista superior en el Grupo de Perspectivas del Banco Mundial.
“El alza de los precios del gas natural y el carbón ha limitado la producción de fertilizantes, y el aumento de los precios de estos últimos ha incrementado los costos de los insumos necesarios para los principales cultivos alimentarios. Asimismo, la producción de algunos metales, como el aluminio y el zinc, ha disminuido a raíz de los altos costos de la energía”.
En términos generales, los eventos de este año han puesto de relieve que las variaciones en los patrones meteorológicos causadas por el cambio climático constituyen un creciente riesgo para los mercados de energía, afectando tanto a la demanda como a la oferta.
Desde la perspectiva de la transición energética, las inquietudes acerca de la naturaleza intermitente de la energía renovable subrayan la necesidad de lograr que la generación de electricidad básica y de respaldo sea confiable. No obstante, dicha electricidad se deberá generar, cada vez más, a partir de fuentes con bajas emisiones de carbono, como la energía hidroeléctrica o nuclear, o utilizando nuevos métodos para almacenar energía renovable.
Al mismo tiempo, a raíz del alza de los precios del gas natural y el carbón que se produjo este año, los precios de la energía solar y eólica son aún más competitivos como fuente alternativa de energía.
Los países pueden obtener beneficios si aceleran la instalación de energía renovable y reducen su dependencia de combustibles fósiles.
En el informe se señala que las previsiones están sujetas a riesgos considerables, que incluyen las condiciones meteorológicas desfavorables, la recuperación desigual de la COVID-19, la amenaza de otros brotes, las alteraciones de las cadenas de suministro y las políticas ambientales.
Asimismo, el aumento de los precios de los alimentos, junto con el alza reciente de los costos de la energía, están incrementado la inflación de precios de los alimentos y generan preocupación por la seguridad alimentaria en varias economías en desarrollo.
En vista del desplazamiento continuo de las poblaciones rurales hacia las zonas urbanas en todo el mundo, en la sección de artículos destacados del informe se analiza el impacto de la urbanización en la demanda de productos básicos.
Si bien, con frecuencia, se asocia a las ciudades con una mayor demanda de productos básicos energéticos (y, por lo tanto, un mayor volumen de emisiones de gases de efecto invernadero), el informe encuentra que las ciudades con alta densidad demográfica, en particular en las economías avanzadas, suelen tener una demanda de energía per cápita menor que la de las ciudades con baja densidad.
Como se prevé que la proporción de personas que viven en zonas urbanas seguirá aumentando, estos resultados indican que, en el marco de la planificación urbana, es necesario maximizar los elementos beneficiosos de las ciudades y mitigar sus impactos negativos.
Las ciudades que están en la primera línea de la lucha contra el cambio climático, y la planificación estratégica, en particular en el caso de los enlaces de transporte, puede contribuir a reducir su consumo de recursos y, fundamentalmente, sus emisiones de gases de efecto invernadero.
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