No solo la vacunación contra el COVID-19 le ayuda a disminuir el riesgo de contagiarse, también hay una alternativa para frenar el impacto de ómicron: el uso del tapabocas, que reduce en un 95% la probabilidad del contagio, según estudios de la Universidad de Princeton, del Laboratorio de Física de Fluidos en Alemania y de universidades colombianas como La Salle y la Nacional.
En el mercado encuentra una gran variedad de mascarillas que se convirtieron, prácticamente, en otra prenda de vestir.
Las hay quirúrgicas, de tela, KN95, N95 o FFP2. ¿Pero qué tan efectivas son con la aparición de variantes más infecciosas como ómicron?
“En realidad lo más importante es que sean tapabocas certificados”, sostiene Camilo Bernal, ingeniero y director del Laboratorio Ambiental.
“Al probar todo este tipo de materiales que se venden en la calle, que cualquier persona caseramente coge cualquier tela que no es certificada y que no tiene este rango de filtración eficiente, pues no logramos filtrar ni un 15%”, explica.
Por eso, la importancia de que el tapabocas sea certificado.
Que sea quirúrgico y 100% antifluido evitará “que, si una persona está contagiada, al toser, al estornudar, salgan esas gotículas y contagien”, señaló Bernal, quien indica que esas partículas ya se pueden portar fácilmente en las manos y la ropa, y con solo contactar una superficie se puede contagiar a otra persona.