Los funcionarios rusos han atribuido la lentitud de la ofensiva a su deseo de preservar a los civiles, incluso cuando los militares bombardearon Mariupol, Kiev, Kharkiv y otras ciudades ucranianas con bombardeos y ataques aéreos indiscriminados, matando a un número incalculable de civiles.
La acción en Ucrania contrasta con las declaraciones oficiales, por lo que las autoridades actuaron rápidamente para controlar el mensaje, cerrando el acceso a los sitios web de medios de comunicación extranjeros, junto con Facebook e Instagram, y pasando a ilegalizar a su empresa matriz, Meta, por considerarla una organización «extremista».
El riguroso control de la información ha ayudado al Kremlin a conseguir el apoyo de amplias capas de la población que dependen de la televisión controlada por el Estado como principal fuente de noticias. Los programas de la televisión estatal transmiten un mensaje cada vez más agresivo contra quienes se oponen a la guerra.
Preguntado por los incidentes en los que se pintaron las puertas de los apartamentos de los críticos de la guerra con la letra «Z» -un signo utilizado para marcar los vehículos militares rusos en Ucrania que ha sido muy promocionado por el Estado-, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, lo describió como un movimiento «emocional» de los partidarios de Putin.
La campaña de apoyo a la guerra ha inundado las ciudades rusas con carteles con la «Z» y vehículos bautizados con ella.
Sin embargo, a pesar de las nuevas leyes draconianas, los estrictos controles de la información y la propaganda cada vez más agresiva, miles de rusos se presentaron en las protestas contra la guerra en todo el país para enfrentarse a una detención inmediata.
En un poderoso símbolo de desafío, una reportera de la televisión estatal interrumpió un programa de noticias en directo, sosteniendo un cartel hecho a mano que protestaba contra la guerra. Marina Ovsyannikova fue multada con el equivalente a 270 dólares, pero aún se enfrenta a una investigación penal que podría llevarla a la cárcel.
Una de las voces más fuertes de la disidencia fue la del líder de la oposición Alexei Navalny, el firme enemigo político de Putin, que está cumpliendo dos años y medio de prisión y ahora se enfrenta a un juicio que podría condenarle a 13 años.
En un discurso durante su juicio el martes, Navalny advirtió que la guerra llevará a la ruptura de Rusia, diciendo que «el deber de todos ahora es oponerse a la guerra».