La madre del niño, Celia, de 46 años, debe cuidar al pequeño de 11 años y a sus hermanos en soledad y además está sin trabajo. La mujer confesó que no tenía dinero para comprar nada. Seis de sus ocho hijos aún viven con ella.
Los oficiales vieron las alacenas vacías y decidieron actuar. Fueron al supermercado y regresaron con una bolsa de alimentos, incluidas las donaciones del dueño de la tienda que se conmovió tras conocer el caso. Luego, la prensa local se hizo eco del llamado de Miguel y la historia se volvió viral.
“Durante 24 años en la Policía Militar, nunca me había encontrado con una situación así. Realmente, todos estábamos emocionados, por eso iniciamos contactos para tratar de ayudar a la familia”, dijo el teniente Nilmar Moreira a G1.
Las donaciones de alimentos y dinero comenzaron a llegar desde todo Brasil y de fuera, desbordando la cocina de la familia. Hoy las alacenas de la casa lucen llenas.
“Creo que si todos logran hacer un poco, ya se convierte en mucho en la vida de alguien. La realidad de los necesitados de hoy es muy triste. Cuando ves a un niño, especialmente, que viene y pide ayuda, es porque realmente es una situación extrema”, opinó el ingeniero civil Douglas Mendes.
«Llegó mucha comida diferente, alguna ni siquiera sé qué es», dijo Miguel, sonriente, mientras abría una alacena repleta. Su llamado, desesperado había sido clave para sacar a su familia de aquella pesadilla.
Una historia de pobreza agravada por la pandemia
Celia contó a la agencia AFP que tuvo varios trabajos ocasionales hasta que comenzó la pandemia y quedó desempleada. «Sufrimos mucho. No lo olvidaré nunca, porque el hambre duele», dijo con su hijo menor en brazos.
Célia solía desempeñarse como oficial de seguridad civil, pero desde que comenzó la pandemia no ha podido encontrar trabajo. La familia sobrevive con el dinero de los programas sociales. Ella cuida sola a sus hijos, que tienen entre 9 meses y 17 años.
«Llegas al punto en que no puedes ni levantarte ni hacer nada… Miguel me vio desesperada y llorando, y decidió hacer lo que hizo. Y gracias a Dios ahí cambió todo», expresó.
“Estaba desesperada, no aguantaba más ver esa situación, y no podía ni preguntarle a nadie para que me ayude, porque cuando preguntas, la gente piensa que eres un flojo, que no quieres trabajar, y no entienden la situación”.
Ola de donaciones
La historia del niño conmovió a los habitantes de un país donde el hambre ha vuelto a ser un problema importante, después de haber sido casi erradicado hace una década.
Brasil apareció en la última edición del «Mapa del hambre» de Naciones Unidas, un registro del que había salido en 2014, con el 28,9% de la población viviendo en «inseguridad alimentaria moderada o grave».
Las imágenes publicadas el año pasado de personas hambrientas recogiendo huesos desechados con restos de carne en Rio de Janeiro mostraron una cara preocupante del otrora próspero Brasil.
Un estudio de la Fundación Getúlio Vargas realizado en junio de 2022 mostró que el 30% de los brasileños vive en la pobreza (con menos de 5,50 dólares diarios), frente al 24% en 2014.
Miguel está feliz de que su familia tenga suficiente para comer, al menos temporalmente. «Pasé de no tener nada a tener lo suficiente para ayudar a otros», concluyó Celia.