“No puedo cumplir con el mandato sobre el cual fui elegida”, declaró la mandataria.
Apenas el día anterior, Truss había jurado seguir en el cargo, diciendo que “soy una luchadora, no una cobarde”.
Pero Truss se vio obligada a abandonar muchas de sus políticas económicas y perdió el control de la disciplina dentro de su Partido Conservador.
Su salida deja al partido dividido y en busca de un líder que pueda unir a sus facciones rivales.
La primera ministra británica, la conservadora Liz Truss, se aferraba aún al cargo este jueves pese a la creciente presión de su partido, que multiplicó los llamados a dimitir al día siguiente de una jornada catastrófica para su gobierno.
La jefa de gobierno, de 47 años, no tiene previsto dejar el puesto, aseguró su portavoz. «La primera ministra reconoce que ayer fue un día difícil», pero sigue trabajando con su ministro de Finanzas Jeremy Hunt a favor del crecimiento y la estabilidad económica, agregó.
Según el portavoz, Truss seguirá en el cargo más allá del 31 de octubre, fecha en la que el gobierno deberá presentar su programa de presupuestos.
El ejecutivo espera poner fin a la crisis política y financiera desencadenada por la presentación en septiembre de su paquete de medidas económicas, que incluía recortes masivos de impuestos y un colosal apoyo a las facturas energéticas, dos cuestiones que hicieron temer un descalabro en las cuentas públicas.
Truss se reunió el jueves con el diputado que encabeza el poderoso Comité 1922, encargado de la organización interna del Partido Conservador.
La primera ministra se enfrenta a la rebelión entre sus filas y desde el miércoles, más de una decena de diputados conservadores pidieron su renuncia.
«Liz Truss debe irse lo más pronto posible», sentenció el antiguo ministro conservador David Frost, que anteriormente le brindó un fuerte apoyo, en una tribuna del Daily Telegraph.
«Ya es hora de que acepte [que no está a la altura del cargo] y anuncie su dimisión», coincidió Matt Chorley, otro miembro de la mayoría.
El jueves por la mañana, la palabra «caos» estaba en todas las portadas de la prensa británica, resumiendo la pesadilla de la votación del día anterior en Westminster.
El ejecutivo británico pende ahora de un hilo y tras 12 años en el poder, el Partido Conservador parece incapaz de ponerse de acuerdo sobre un nuevo sucesor. Tampoco está dispuesto a enfrentarse a unas elecciones anticipadas que le devolverían a la oposición.
Para los conservadores, el reto ahora es encontrar un sucesor capaz de unir al partido e inspirar confianza en un país que, más allá del caos político, atraviesa una importante crisis económica y social, con una inflación que alcanzó el 10,1% en septiembre, la más alta en 40 años.
Entre los posibles sucesores están Rishi Sunak, Jeremy Hunt, Penny Mordaunt e incluso Boris Johnson, el predecesor de Truss que dimitió acorralado por una serie de escándalos.
El jueves, el líder de la oposición laborista volvió a pedir la celebración de unas elecciones generales.
Los conservadores están «faltando a su deber patriótico básico de dejar al pueblo británico al margen de sus patéticas disputas», afirmó ante el Congreso de Sindicatos (TUC), en un momento en que muchos movimientos sociales agitan el país ante la crisis del coste de la vida.
No obstante, advirtió que, dado el «daño» hecho por los tories, «la situación será realmente difícil» incluso con un gobierno laborista.
El miércoles, tras una difícil sesión de preguntas en el Parlamento, Truss manifestó que era «una luchadora» y no «alguien que abandona».
Pero la jornada se complicó con la dimisión de la ministra del Interior, Suella Braverman, menos de una semana después de la salida del ministro de Finanzas Kwasi Kwarteng.
Braverman, considerada del ala dura del partido, fue reemplazada horas después por Grant Shapps, exministro de Transporte con Johnson y apoyo de Rishi Sunak (el otro candidato a liderar a los Tories que perdió frente a Truss).
La responsable de Interior alegó como motivo para su dimisión haber usado su cuenta de correo personal para enviar un documento oficial a un colega, pero los medios británicos apuntan sobre todo a las diferencias entre ambas mujeres respecto a la política migratoria.
Por si fuera poco, una nueva controversia se sumó a continuación en torno a una votación relativa al cuestionado fin de la moratoria sobre la fracturación hidráulica, una controvertida técnica para producir gas de esquisto.
Algunos diputados de la mayoría se negaron a votar con el Gobierno, a pesar de las represalias a las que se enfrentan y pese a que Downing Street pidió expresamente que se respetara el voto. Finalmente ganó Truss.
Estos sucesos «son una vergüenza», esta «inestabilidad» es «injusta» para los británicos en plena crisis económica, reaccionó la diputada laborista Yvette Cooper, mientras hacía esta mañana una pregunta en el hemiciclo relacionada con la salida de Braverman.
EFE
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