Las obligaciones y costumbres cotidianos nos hacen correr y organizar nuestra rutina con el reloj. Despertarse, ir a trabajar, llevar a los chicos a la escuela, ir al gimnasio, dormir. Y, por supuesto, horarios para la comida. Y es cuando surge la pregunta: ¿Conviene comer temprano o tarde para nuestra salud intestinal?
Tras un día agitado, con la llegada de la noche se producen cambios fisiológicos que nos predispone para el sueño. Podría simplificarse como una suerte de reloj interno que avisa que va sobre un cambio en el organismo: que ya está listo para comer, dormir…
Se trata de los ritmos circadianos, que refieren a todos los tipos de cambios físicos, mentales y de conducta que se desarrollan de forma cíclica cada 24 horas.
«El más conocido y estudiado es el ritmo circadiano de sueño, donde la transición entre sueño y vigilia, se asocia fundamentalmente a estímulos de luz», define NeumoMadri.org.
En el ritmo circadiano normal, cuando empieza a oscurecer, nuestro cuerpo comienza a aumentar la temperatura corporal periférica y segrega una hormona llamada melatonina, producida por la glándula pineal. Es cuando comenzamos a sentir somnolencia y se produce el sueño durante la noche, difunde.
De hecho, resulta habitual no tener tiempo para comer ni dormir correctamente y luego sufrir las consecuencias.
En los últimos tiempos disfrutamos de menos horas de luz natural, somos más sedentarios y aumentó considerablemente el número de horas frente a las pantallas. Y ni qué hablar el nivel de estrés que se vive en la actualidad. Microbiota intestinal. Foto Shutterstock.
Todo produce desajustes vinculados a la calidad del sueño, cambios de humor, mayor nerviosismo, problemas de memoria, fatiga y ansiedad, entre otros ejemplos, afirma la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos.
Los cambios en el ritmo circadiano también repercuten en nuestras bacterias intestinales, con sus propios biorritmos sincronizados con los nuestros. Así, un desarreglo de los mencionados afecta a nuestra salud intestinal y está estrechamente ligado a la digestión y el metabolismo.
Así se produce un desajuste en el metabolismo de la glucosa y más riesgo de aumento de peso y presión arterial, así como una desregulación de las hormonas que controlan el apetito y que favorecen la preferencia de alimentos ricos en azúcares y grasas saturadas, señala un artículo de The Conversation.
Pero hay más: disminución en la sensibilidad a la insulina, menor tolerancia a la glucosa y una alteración del perfil de lípidos en el organismo. Son alteraciones que impactan directamente en la salud intestinal y, por tanto, en la microbiota. Las bacterias y su papel en la salud del intestino.
Al comer, se ponen en hora los relojes de los órganos y tejidos implicados en la digestión: estómago, páncreas, hígado, intestino y tejido adiposo.
De ahí que almorzar a las a las 4 de la tarde, por ejemplo, provoca una interrupción del ritmo normal de la función intestinal y una alteración de la composición y funcionalidad de las bacterias intestinales.
Más allá de la importancia del tipo de alimentación afecta a la microbiota, la alteración de los horarios de ingesta tiene su impacto.
De esta manera, científicos afirman que cuentan con un ritmo circadiano propio, que intentan sincronizar la persona para sacar el máximo provecho. Las variaciones en los horarios de las comidas puede traer aparejados problemas en la salud.
En humanos, un trabajo llevado a cabo con mujeres observó que comer tarde invierte el ritmo de la diversidad microbiana oral.
Entonces, surge un patrón propio de situaciones de enfermedad similar al que ocurre en la obesidad o en trastornos de inflamación intestinal.
Pero más allá de estudios y sentencias, no hay que perder de vista es que la microbiota intestinal es como una firma única y personal de cada sujeto, que se puede comportar de distintos modos al ayuno intermitente como al cambio del horario de comida.
Los estudios evidencian que la microbiota intestinal se ve afectada por un desfase en los ritmos biológicos, pero que es una relación bidireccional, agrega El Nuevo Herald.
Su influencia puede darse mediante la producción de metabolitos a partir de los alimentos que ingerimos o respondiendo al desfase horario con cambios en la abundancia.
De esta manera, el microbioma intestinal es responsable de la producción de ciertos compuestos químicos que acaban en el torrente sanguíneo y pueden inducir el sueño. La alimentación y el sueño, estrechamente ligados.
Las bacterias sintetizan esas sustancias a partir de los alimentos que ingerimos y cuándo lo hacemos, gracias a su propio metabolismo.
Con el fin de aportar más información sobre los efectos de la desregulación de los ritmos biológicos, investigadores de la Universidad Federal de Pernambuco (Brasil) e IMDEA Alimentación (Madrid, España) trabajan en conjunto para el estudio de los ritmos de ayuno y alimentación sobre la microbiota intestinal.
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