Se conoce como trastorno de conducta a una serie de problemas emocionales y del comportamiento que suelen ocurrir en niños y adolescentes.
Este trastorno se caracteriza por mostrar un patrón de comportamiento disruptivo y violento, y tener problemas para seguir las reglas. Si bien no es raro que niños o adolescentes se comporten de esta manera, se puede estar ante un caso de trastorno de la conducta cuando estos problemas tienen una larga duración, y afectan la vida cotidiana tanto de uno mismo como de su entorno.
No se conoce la o las causas exactas del trastorno de conducta, sin embargo, los expertos creen que una combinación de factores tiene un papel importante:
Los síntomas del trastorno de conducta se pueden dividir en cuatro categorías generales:
Agresión física: incluye comportamientos que amenazan o causan daño físico, como peleas, intimidación, crueldad hacia otros o a los animales, o uso armas, entre otros.
Violar los derechos de otros: incluye la destrucción intencional de la propiedad, como incendios o vandalismo, entre otros.
Mentira o manipulación: incluye mentir repetidamente o manipular al entorno.
Comportamiento delictivo: incluye robar en tiendas, irrumpir en casas o automóviles para robar, o faltar a la escuela, entre otros.
Además, es común que muchos niños o adolescentes con trastorno de conducta estén constantemente irritables, con baja autoestima, abusen del alcohol y las drogas y sientan poca o nula culpa o remordimiento por lastimar a los demás.
Para diagnosticar un trastorno de conducta, un psiquiatra infantil, psicólogo u otro profesional de la salud mental realizará una historia detallada del comportamiento del niño, así como de los factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales que considere relevantes.
También revisará datos históricos, como registros escolares, registros judiciales/de bienestar infantil, o tratamientos anteriores, y realizará entrevistas con el entorno del niño.
No existe un examen físico o pruebas de laboratorio (por ejemplo, estudios de neuroimagen, o análisis de sangre) que determinen un trastorno de conducta, aunque se suele recurrir a estos análisis debido a que son útiles para saber si existe otra afección que puedan ser responsable de los síntomas.
El tratamiento al que se recurra para el trastorno de conducta dependerá de muchos factores, como la edad del niño, gravedad de los síntomas y capacidad para tolerar o participar de las terapias (las personas con trastorno de la conducta tienden a no cooperar con los demás).
Generalmente, se opta por una combinación de las siguientes opciones:
Psicoterapia: el objetivo de esta práctica es ayudar al niño a que aprenda a expresar y controlar la ira de maneras más apropiadas.
Existen muchas opciones, por ejemplo, con la terapia cognitivo-conductual se busca mejorar las habilidades de resolución de problemas, manejo de la ira, habilidades de razonamiento moral y control de los impulsos.
Otra opción es la terapia familiar, que sirve para mejorar las interacciones y comunicación entre los miembros de la familia.
Medicamentos: no existe un medicamento aprobado formalmente para tratar el trastorno de conducta, sin embargo, se pueden usar ciertos medicamentos para tratar algunos de los síntomas angustiantes, como impulsividad, agresión, o estado de ánimo desregulado.
Aunque el trastorno de conducta es difícil de tratar, los expertos aseguran que es manejable, y el éxito del tratamiento depende en buena medida de una intervención temprana. No es posible prevenir esta afección, pero reconocer y actuar sobre los síntomas cuando aparecen es clave.
También es importante proporcionar un entorno en el hogar que sea agradable, en el que exista un constante equilibrio entre el amor y la disciplina.
Si el trastorno de conducta no se trata existe un mayor riesgo de:
Es difícil conocer la cantidad de casos de trastorno de la conducta en el mundo. Esto se debe en gran medida a que en muchas regiones existe una dificultad o imposibilidad para obtener un diagnóstico correcto, como a las diferentes metodologías o criterios que se usan para identificar este problema.
También se registra que es más común en niños que en niñas, y ocurre con mayor frecuencia al final de la infancia o en los primeros años de la adolescencia.
Fuentes consultadas: Asociación Estadounidense de Psiquiatría, Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU., Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), Clínica Mayo, Organización Mundial de la Salud (OMS), Organización Panamericana de la Salud (OPS).
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