La desaparición del sumergible Titán durante una viaje a los restos del Titanic plantea interrogantes sobre los riesgos que implica una expedición a las profundidades del océano.
En algún momento del otoño de 1911, un enorme trozo de hielo se desprendió de un glaciar en el suroeste de la vasta capa de hielo de Groenlandia. Durante los meses siguientes, el iceberg se desplazó lentamente hacia el sur, derritiéndose gradualmente a medida que era llevado por las corrientes oceánicas y el viento.
En la fría noche sin luna del 14 de abril de 1912, un témpano de 125 metros de largo, todo lo que quedaba del trozo de hielo estimado de 500 metros que se había desprendido en Groenlandia el año anterior, chocó con el buque RMS Titanic.
El barco realizaba su viaje inaugural desde la ciudad británica de Southampton hasta Nueva York.
En menos de tres horas el barco se había hundido, arrastrando a la muerte a más de 1.500 pasajeros y tripulantes.
Los restos del Titanic se encuentran ahora a casi 3,8 km de profundidad y a casi 640 km al sureste de la costa de Terranova en Canadá.
Los icebergs aún representan un peligro para el transporte marítimo: en 2019, 1515 icebergs se desplazaron lo suficientemente al sur como para ingresar a las rutas de navegación transatlánticas durante los meses de marzo a agosto.
Pero el lugar de descanso final del Titanic conlleva peligros propios, lo que significa que las visitas al naufragio más famoso del mundo presentan un desafío significativo.
Tras la desaparición del sumergible comercial para cinco personas que transportaba pasajeros a los restos del Titanic, la BBC analiza cómo es esta región del fondo del océano.
El océano profundo es oscuro. La luz del Sol es absorbida muy rápidamente por el agua y no puede penetrar mucho más allá de 1.000 metros de la superficie.
Más allá de este punto, el océano está en oscuridad perpetua. El Titanic se encuentra dentro de una región conocida como la «zona de medianoche» por esta misma razón.
Expediciones anteriores al lugar del naufragio han descrito cómo tras descender durante más de dos horas a través de la oscuridad total, el fondo del océano aparece de repente bajo las luces del sumergible.
Con un horizonte de visión limitado más allá de los pocos metros iluminados por las luces del sumergible, navegar a esta profundidad es un desafío y es fácil desorientarse en el lecho marino.
Sin embargo, los mapas detallados del sitio del naufragio del Titanic elaborados tras décadas de escaneos de alta resolución pueden proporcionar puntos de referencia a medida que se divisan objetos.
El sonar también permite a la tripulación detectar características y objetos más allá del pequeño haz de luz del sumergible.
Los pilotos de sumergibles también se basan en una técnica conocida como navegación inercial, que utiliza un sistema de acelerómetros y giroscopios para rastrear su posición y orientación en relación con un punto de partida y una velocidad conocidos.
El sumergible Titán de la compañía OceanGate lleva un sistema de navegación inercial autónomo de última generación que se combina con un sensor acústico conocido como Doppler Velocity Log para estimar la profundidad y la velocidad del vehículo en relación con el fondo del mar.
Aun así, los pasajeros a bordo de viajes anteriores al Titanic con OceanGate han descrito lo difícil que es encontrar el camino al llegar al fondo del océano.
Mike Reiss, un escritor de comedias televisivas que trabajó en Los Simpson y participó en un viaje con OceanGate al Titanic el año pasado, dijo a la BBC: «Cuando tocas fondo, realmente no sabes dónde estás. Tuvimos que ir a tientas en el fondo del océano sabiendo que el Titanic estaba en algún lugar allí. Pero estaba tan oscuro que algo tan grande estaba a solamente unos 450 metros de distancia y pasamos 90 minutos buscándolo».
Cuanto más profundo se encuentra un objeto en el océano, mayor es la presión del agua a su alrededor.
En el lecho marino a 3.800 metros bajo el agua, el Titanic y todo lo que lo rodea soporta presiones de alrededor de 40 MPa, que son 390 veces mayores que las de la superficie.
«Para poner eso en perspectiva, es unas 200 veces la presión que hay en el neumático de un automóvil», dijo Robert Blasiak, investigador oceánico del Centro de Resiliencia de Estocolmo en la Universidad de Estocolmo, al programa Today de la Radio 4 de la BBC.
«Es por eso que necesitas un sumergible que tenga paredes realmente gruesas», agregó.
Las paredes de fibra de carbono y titanio del sumergible Titán están diseñadas para brindarle una profundidad operativa máxima de 4.000 metros.
Las fuertes corrientes superficiales que pueden desviar a los barcos y a los bañistas probablemente nos resulten más familiares, pero las profundidades del océano también son barridas por corrientes submarinas.
Aunque por lo general esas corrientes no son tan fuertes como los que se encuentran en la superficie, aún pueden implicar el movimiento de grandes cantidades de agua.
Las corrientes pueden ser impulsadas por vientos en la superficie que afectan la columna de agua debajo, mareas de aguas profundas o diferencias en la densidad del agua causadas por la temperatura y la salinidad, conocidas como corrientes termohalinas.
Eventos poco frecuentes conocidos como tormentas bentónicas, que generalmente están relacionados con remolinos en la superficie, también pueden causar corrientes poderosas y esporádicas capaces de arrastrar material en el lecho marino.
La información que hay sobre las corrientes submarinas alrededor del Titanic, que se dividió en dos secciones principales después de que la proa y la popa se rompieron mientras se hundía, proviene de investigaciones que estudian patrones en el lecho marino y el movimiento de calamares alrededor de los restos del naufragio.
Se sabe que parte de los restos del Titanic se encuentran cerca de una sección del lecho marino afectada por una corriente de agua fría que fluye hacia el sur y es conocida como la corriente subterránea del límite occidental, Western Boundary Undercurrent.
El flujo de esta «corriente de fondo» crea dunas migratorias, ondas y patrones en forma de cintas en el sedimento del fondo del océano que han dado a los científicos una idea de su fuerza.
La mayoría de las formaciones que se han observado en el lecho marino están asociadas con corrientes relativamente débiles a moderadas.
Ondulaciones en la arena a lo largo del borde este del campo de escombros del Titanic (restos de pertenencias, accesorios, carbón y partes del barco mismo que se esparcieron cuando el buque se hundió) indican que hay una corriente de este a oeste.
Pero los científicos señalan que en el sitio principal de los restos del naufragio, las corrientes tienden a fluir de noroeste a suroeste, tal vez debido a que las piezas más grandes de los restos del naufragio alteran su dirección.
Aunque es extremadamente improbable, se sabe que los flujos repentinos de sedimentos a lo largo del lecho marino han dañado e incluso arrastrado en el pasado objetos hechos por el hombre que se encuentran en el fondo del océano.
Los mayores de estos flujos repentinos, como el que cortó los cables transatlánticos frente a la costa de Terranova en 1929, son provocados por eventos sísmicos como los terremotos.
Hay una creciente apreciación del riesgo que representan estos eventos, aunque no hay indicios de que uno similar esté involucrado en la desaparición del sumergible Titán.
Los científicos han identificado indicios de que el lecho marino alrededor del naufragio del Titanic ha sido golpeado por enormes deslizamientos de tierra submarinos en el pasado distante.
Enormes volúmenes de sedimentos parecen haber caído en cascada por el talud continental desde Terranova para crear lo que los científicos llaman un «corredor de inestabilidad«.
Los investigadores estiman que el último de estos eventos «destructivos» ocurrió hace decenas de miles de años, creando capas de sedimento de hasta 100 metros de espesor.
Pero estos eventos ocurren muy raramente, dice David Piper, investigador de geología marina del Servicio Geológico de Canadá, que ha pasado muchos años estudiando el lecho marino alrededor del Titanic.
Piper compara tales eventos con la erupción del Monte Vesubio o el Monte Fuji en términos de la frecuencia con la que pueden ocurrir, del orden de una vez cada decenas de miles a cientos de miles de años.
Otros eventos conocidos como corrientes de turbidez, que ocurren cuando el agua se carga de sedimentos por el flujo del talud continental, son más comunes y pueden ser desencadenados por tormentas.
«Demostramos un intervalo de repetición de quizás 500 años», dice Piper. Pero la topografía del lecho marino en el área probablemente desviaría cualquier flujo de sedimentos hacia un sitio conocido como «Valle del Titanic», lo que significa que no llegaría a los restos del naufragio.
Tanto Seiffert como Piper dicen que es poco probable que un evento de ese tipo haya jugado un papel en la desaparición del sumergible Titán.
Hay otras características geológicas alrededor del lugar del naufragio que aún deben explorarse. En una expedición anterior al Titanic con OceanGate, Paul-Henry Nargeolet (uno de los desaparecidos), exbuzo y piloto de sumergibles de la Armada francesa, siguió la pista de una misteriosa señal que había detectado con un sonar en 1996.
La señal resultó ser un arrecife rocoso, cubierto de vida marina. Nargeolet tenía la esperanza de investigar otra señal que había detectado cerca del naufragio del Titanic en las últimas expediciones.
Mientras continúa la búsqueda del sumergible desaparecido, hay pocas pistas sobre lo que pudo haber sucedido con el Titán y su tripulación.
Pero en un entorno tan desafiante e inhóspito, los riesgos de visitar los restos del Titanic son tan relevantes hoy como lo fueron en 1986, cuando las primeras personas que vieron el barco desde que se hundió hicieron el viaje a las profundidades.
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