Beber alcohol es parte de la vida social de muchas culturas, siendo asociado con celebraciones, relajación y momentos sociales. Sin embargo, aunque pueda parecer inofensivo para algunas personas, su consumo habitual puede tener efectos adversos para la salud.
En Reino Unido, según la organización benéfica Drinkaware, en 2021 el 49 % de los adultos consumió alcohol al menos un día a la semana, y en una encuesta mundial realizada por Global Drug Survey, se encontró que los británicos se emborrachan más que cualquier otra nación del mundo al menos una vez por semana. Este patrón de consumo resalta la importancia de conocer los beneficios que trae consigo dejar de beber, no solo en cuanto a bienestar físico, sino también mental y social.
Una de las primeras mejoras que se notan al dejar el alcohol es la calidad del sueño. El alcohol afecta la fase de sueño REM (movimientos oculares rápidos), crucial para la salud mental y física. “Beber regularmente o incluso solo un par de copas puede alterar el ciclo de sueño y afectar su calidad”, explicaron desde Drinkaware. Esto se debe a que el alcohol reduce el tiempo que el cerebro pasa en la etapa REM, lo que resulta en despertares menos relajantes. Al dejar de beber, los patrones de sueño se regularizan, resultando en un descanso más profundo y energizante.
El hígado es el órgano encargado de metabolizar el alcohol, y su consumo excesivo puede causar daños graves, como enfermedades hepáticas. Según le dijo el doctor Shehzad Merwat, gastroenterólogo de UTHealth Houston, a National Geographic, al dejar de beber “el hígado tiene una notable capacidad regenerativa y puede empezar a revertir el daño causado por el alcohol”.
En particular, si el daño se encuentra en etapas tempranas, como la acumulación de grasa o la inflamación crónica, el hígado puede recuperar su funcionamiento normal rápidamente. Esto también disminuye el riesgo de desarrollar afecciones más graves como cirrosis o cáncer de hígado.
El alcohol afecta los niveles de azúcar en la sangre, lo que puede aumentar el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y otros trastornos metabólicos. Según Sandeep Kapoor, vicepresidente adjunto de Servicios de Adicción en el departamento de Medicina de Emergencia de Northwell Health en Nueva York, el consumo de alcohol “puede alterar la capacidad del cuerpo para regular el azúcar en la sangre y, a largo plazo, aumentar el riesgo de resistencia a la insulina”. Al dejar de beber, el organismo logra mantener niveles de glucosa más estables, lo que reduce el riesgo de sufrir picos de azúcar, mejora el metabolismo y facilita un control más eficiente del peso.
El alcohol es un depresor del sistema nervioso, lo que significa que puede contribuir a la ansiedad, la depresión y otros problemas emocionales. La profesora Sally Marlow, especialista en salud mental y adicciones del King’s College de Londres, señala a The Telegraph: “El alcohol reacciona con diferentes neurotransmisores, incluidos los relacionados con la depresión y la ansiedad”. Al dejar de consumir alcohol, las personas tienden a experimentar una mejora significativa en su bienestar mental y emocional.
El consumo de alcohol afecta la piel, haciéndola ver apagada y deshidratada debido a la falta de nutrientes y líquidos esenciales. Según le dijo Manassa Hany, director médico de la clínica de adicción para pacientes ambulatorios de Mount Sinai West en Nueva York, al medio AARP, la piel tiene una capacidad notable para regenerarse cuando el cuerpo no está deshidratado por el alcohol. Dejar de beber mejora la apariencia de la piel, reduciendo arrugas, hinchazón y manchas rojas.
La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), una agencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS), clasifica el alcohol como un carcinógeno de Grupo 1, la categoría más alta de riesgo de cáncer. Según Cancer Research UK, una organización benéfica británica dedicada a la investigación del cáncer: “El alcohol causa siete tipos de cáncer, incluidos el de mama y el de intestino, y es responsable de alrededor de 11.900 casos de cáncer cada año en el Reino Unido”. Reducir o eliminar el consumo disminuye significativamente el riesgo de desarrollar estos tipos de cáncer.
El alcohol debilita el sistema inmunológico, dificultando la capacidad del cuerpo para combatir enfermedades e infecciones. Un estudio publicado en la revista de salud Alcohol en 2015 reveló que un solo episodio de consumo excesivo puede disminuir la cantidad de glóbulos blancos, células esenciales para el sistema inmunológico. Al eliminar el alcohol, el sistema inmune tiene una mayor capacidad para recuperarse y fortalecerse.
Durante mucho tiempo se creyó que el consumo moderado de alcohol, especialmente el vino tinto, tenía beneficios para la salud cardíaca. Sin embargo, estudios recientes han puesto en duda esta idea. En 2023, la OMS afirmó: “No hay cantidad segura de alcohol que no afecte a la salud”. Además, un estudio de la Universidad de Boston publicado en 2023 mostró que incluso una bebida al día puede elevar la presión arterial, lo que puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
El alcohol es una fuente de calorías vacías, ya que proporciona muchas calorías pero pocos nutrientes. Una sola pinta de cerveza contiene alrededor de 200 calorías, mientras que una copa grande de vino aporta algo más. La doctora Linda Ng Fat, de la University College de Londres, explicó en un estudio publicado en la revista Addiction que el consumo excesivo de alcohol en la vejez está asociado con un aumento de hasta 4 cm en la circunferencia de la cintura. La reducción de la ingesta calórica al dejar de beber facilita la pérdida de peso y mejora la salud metabólica.
El alcohol afecta negativamente el sistema digestivo y el equilibrio de la microbiota intestinal. La doctora Carrie Mintz, psiquiatra de la Universidad de Washington, señaló en una entrevista con National Geographic que “el consumo de alcohol altera la composición microbiana del intestino”, lo que puede llevar a una disbiosis y a daños en las células que recubren el intestino. Esto puede provocar inflamación y malestar digestivo. Al dejar de beber, se mejora el equilibrio de la microbiota intestinal y se reduce la inflamación, promoviendo una digestión más saludable y reduciendo el riesgo de enfermedades gastrointestinales.
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