Montevideo (EFE).- Los latinoamericanos viven más años por las mejores condiciones de vida de la región y la menor mortalidad infantil, pero siguen haciéndolo en las sociedades más desiguales del mundo, según un balance de los últimos 20 años lanzado antes de la I Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo.
La cita es organizada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) con apoyo del Fondo de Población de Naciones Unidas (FPNU) y se desarrollará del lunes 12 al jueves 15 de agosto en la capital uruguaya.
Entre otras cosas, pretende revisar y actualizar la agenda creada en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (CIPD) celebrada en 1994 en El Cairo, un encuentro considerado un hito en la cuestión porque congregó a 179 países que aprobaron un Programa de Acción con un horizonte de 20 años.
Un año antes de cumplirse ese plazo, la cita de Uruguay pretende justamente poner «a consideración» de los 33 países latinoamericanos «un examen sobre la implementación» de aquel programa en esa parte del mundo y fijar «una agenda regional futura», señala el informe de situación distribuido por la organización del encuentro.
En la capital egipcia, la comunidad internacional centró sus metas en el acceso universal a la educación primaria, con especial atención en las niñas, la reducción de la tasa de la mortalidad materno-infantil y el aumento de la esperanza de vida.
El informe considera que en este último capítulo América Latina brilló especialmente al situar la edad promedio de muerte de sus ciudadanos en 75 años, siete años más que la del total de las regiones menos desarrolladas y solo 1,8 menos que el promedio de Europa.
La cifra es todavía más llamativa si se compara con la de 1950, cuando los latinoamericanos vivían 23 años menos de media.
Además, desde mediados del siglo XX la tasa de mortalidad infantil regional cayó más del 86 %, de 138 a 19 defunciones anuales por cada 1.000 recién nacidos vivos, y en todos los países se ha observado una reducción del riesgo de muerte antes del primer año de vida.
Sin embargo, «la mortalidad materna permanece inaceptablemente alta» y Ecuador, Guatemala, Guyana, Honduras, Perú y Bolivia presentan en este terreno «una situación inquietante» con más de 200 fallecimientos de mujeres por cada 100.000 nacidos vivos.
Llama también la atención la caída de la fecundidad en una región que a mediados del siglo XX tenía una tasa de 6 hijos por mujer, un hijo más que el promedio mundial, pero que en los noventa ubicó ese índice en 2,9, por debajo de la media del planeta, y en los últimos veinte años en 2,17.
En este contexto se ha ido produciendo una desaceleración paulatina en el crecimiento de la población de América Latina.
Después de triplicarse entre 1950 y 2010, al pasar de 167 a 590 millones de habitantes, se prevé que hasta 2030 registre una subida del 20 % y de solo un 9 % más hacia el año 2050.
Entre las preocupaciones del informe sobresalen las relativas a la infancia y la adolescencia. El 45 % de menores de 18 años eran pobres en 2009, un fenómeno que para Naciones Unidas es «inaceptable».
El estudio considera que «uno de los principales mecanismos que contribuyen a la reproducción» de esa situación es «el limitado acceso de los niños y jóvenes pobres a la educación de calidad».
En este terreno, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua presentan las peores tasas, pues solo se mantienen en las escuelas el 75 % de los jóvenes de 15 años.
Tan malo o peor es el apartado de fecundidad adolescente, pues «en la mayoría de países con datos disponibles ha habido un aumento del porcentaje de jóvenes madres entre 1990 y 2010 (12 de 18 países)».
Pese a que la tendencia desde 2000 se atenuó, todavía 10 de 18 países en la última década sufrieron subidas (Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guatemala, México, República Dominicana, Nicaragua, Perú y Venezuela), aunque en los tres últimos de forma marginal.
Detrás de estos últimos indicadores subyace el hecho de que «la región continúa siendo la de mayor desigualdad entre las regiones del mundo».
Estas diferencias son palpables en materia de salud reproductiva entre las mujeres rurales, jóvenes, con menor nivel educativo e indígenas.
Justamente «la desigualdad étnica es una dimensión adicional de la aguda desigualdad regional», con una mortalidad infantil en los niños indígenas un 60 % superior a la de los no indígenas.
Pese a estas últimas sombras, el estudio vaticina que «el contexto actual de crecimiento económico y de mejoras distributivas abre una oportunidad para avanzar en la eliminación de los desequilibrios del desarrollo y la calidad de vida».
Fuente: univision.com
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